El famoso Manuel de Urbanidad de Manuel Carreño (1812-1874) sostiene, en su apartado XVII del capítulo IV, que: “En todos los casos, el inferior debe dejar la acera al superior y el caballero a la señora; y cuando se encuentren dos personas en circunstancias análogas, la regla general es que la conserve el que la tiene a su derecha”. Dicha disposición sigue vigente, tal como se expresa en una de las normas del Manuel de Usuario de Transmilenio: “Al caminar conserve su derecha, así el tránsito es más rápido y seguro”. En resumen, para su mayor seguridad, conserve su derecha: es un asunto de elemental urbanidad.
Lo interesante del asunto es que la orientación indicada tiene alcances más allá de la extrañada urbanidad. No hace falta caer en la ingenuidad de restablecer la cátedra de urbanidad, como los nostálgicos que confían en que la obligación (coacción) de ayer nos ahorra la de hoy, para saber que la sensatez de una norma recae en su propia lógica para ser seguida, que en la sanción de una autoridad para ser acatada. De hecho, cualquiera que haga el ejercicio de conservar su derecha al transitar se dará cuenta de lo anterior. Pero como decía, la recomendación tiene un alcance mayor al sugerido, ya que puede defenderse como una pauta de orientación para la vida civilizada, es decir, para la política.
Para la ciencia política convencional, ubicarse a la derecha es optar por conseguir los cambios dentro del sistema, y situarse a la izquierda en preferir lograr los cambios por fuera del sistema. No sorprende entonces que la mayoría de personas, por simple y llana comodidad (algunos dirían por incoherencia o mediocridad), opten por ubicarse en el centro, para así poder beneficiarse de los cambios en general, ya sean contra o a favor del sistema. La cuestión es que el centro no goza de iniciativa, sino que se acomoda a las otras dos posiciones, por lo que a la larga termina inclinándose en favor de una u otra. ¿Por qué entonces conservar su derecha en vez de girar a la izquierda? Porque de la misma manera que al caminar conservar la derecha nos previene de estrellarnos, al momento de decidir en política primero hay que agotar las posibilidades del sistema antes que reemplazarlo.
Si por sistema entendemos la disposición deliberada de reglas bajo las que se organizan determinados procesos, mantener entonces la vigencia del mismo implica actuar de buena fe frente a lo ya establecido, de darle el beneficio de la duda a lo ya probado. El sistema político actual, la democracia, lejos esta de haber agotado sus posibilidades: el problema esta cuando se le pide resolver lo que no que puede, más aún cuando se le presentan problemas que, o no son tales, o no tienen solución. Esto último a lo que es muy dado los que giran por la izquierda que, al ver en toda diferencia entre personas un conflicto entre las mismas, terminan creando problemas que no existían o agravando los ya vigentes. Es lo que pasa cuando por ejemplo se contraponen varones a mujeres, heterosexuales a homosexuales, ricos a pobres, blancos a negros.
Ateniéndonos entonces a la analogía con la norma de urbanidad, conservar la derecha tiene sentido si de hecho sabemos hacia donde nos dirigimos, con lo que trayectorias que no convergen no tienen porque chocarse. El problema es que cuando alguien no sabe para donde va, como las ubicados en el “centro”, cualquier camino le sirve, pero una vez se decida, ya sabemos que recomendarle: para su mayor seguridad, conserve su derecha…