Mientras los usufructuarios de la administración colombiana de los últimos 16 años se combaten como enemigos jurados, el país sigue su marcha.
La violencia en el campo ha disminuido en un noventa por ciento, decae el número de asesinatos en los meses recientes. La cifra, y no es una cifra fría, de afligidos por armas de fuego atendidos en sitios como el hospital Militar se redujo al punto que en un mes hay menos heridos que en un día de antes del acuerdo con las Farc. Aún falta la entrega total de las armas de los insurrectos pero se está logrando a pesar de la alharaca de quienes afirmaron que se trata de una farsa.
¿Habrá alguna facción disidente? La habrá pero no tendrá el apoyo político ni la representatividad de un movimiento campesino en armas. Será un grupo de maleantes al servicio de los adictos estadounidenses que requieren doparse para mitigar su propia guerra íntima. Esos traficantes se mantendrán con el poderoso apoyo de ese mercado cautivo.
¿Se podrán erradicar del todo? Es difícil ganarle esa guerra a Estados Unidos, pues se trata de un paciente profundamente adicto, el más adicto del mundo que está en “estado de negación” respecto a su enfermedad y acusa de ella a terceros. Su burocracia dice detestar la droga, pero su sector privado no. La adicción ha crecido. No hay en la historia de la humanidad una sociedad tan adicta. Todavía creen solucionar el asunto arrojando químicos en selvas distantes. Han sido incapaces de entender lo que Mao tse tung le dijo a Richard Nixon en Pekín: “La verdadera guerra está en nosotros mismos, la historia es un síntoma de nuestra enfermedad”.
Tras sus guerras en países tan distantes como Irak y Afganistán, motivadas por supuesto tan solo para llevarles la ilustrada democracia a esos pueblos, la adicción interna aumentó. De Afganistán según se supo luego, los coroneles y otros oficiales norteamericanos aprovecharon la invasión para trasportar la droga en aviones militares. Mientras dominaron a ese país se multiplicó la producción ilícita varias veces. Pero eso no hace parte de los adoctrinados cerebros de los televidentes norteamericanos. Su clon aquí es el Centro Democrático que señala con escándalo el incremento de áreas sembradas pero no se atreve a mencionar el crecimiento del consumo, ni las causas profundas, las razones, del aumento de ese consumo. Eso corresponde a un gobierno que le entregó 7 bases militares a Mr. Bush sin consultar con el Senado colombiano.