Las aguas que se tranquilizaron con la nominación de José A. Ocampo como ministro de Hacienda del gobierno Petro, vuelven agitarse por la pretensión de una reforma tributaria que recaude 50 a 75 billones de pesos, como dijo el propio presidente electo, citando a Garay. Muy respetados economistas la consideran innecesaria, dadas las buenas cifras de la economía actual. ¿Es hora de sacarle plata de los bolsillos a los empresarios, a los inversionistas, con los vientos de recesión que corren por el mundo? Sin embargo, tenemos lustros de estar oyendo sobre la urgencia de una reforma tributaria estructural que elimine exenciones y permita un mayor gasto social. Un gobierno de cambio, como el que ganó las elecciones, no va a perder la oportunidad de dar un timonazo hacia rutas distintas del mercado, culpable de la desafiante concentración de la riqueza
Ocampo tiene conciencia de las deudas de la democracia con los pueblos de América Latina. “La democracia es mucho más que un régimen democrático”, ha sostenido en sesudos estudios para el PNUD. Ahora, cuando de la academia pasa al gobierno tratará de llevar a la práctica sus ideales de una democracia que solucione los problemas persistentes de una sociedad desigual como la colombiana.
Ocampo es ajeno al populismo o, como él lo llama, al “facilismo macroeconómico” que solo trae “prosperidades transitorias”. No serán pocos los choques con funcionarios que creen gobernar cuando hacen declaraciones ligeras. Por ejemplo, ya oímos hablar de transición de 12 años, como si el mundo no estuviera estremecido por la guerra entre Rusia y Ucrania, lo que ha obligado a los países europeos a volver al carbón y a utilizar más la energía nuclear. El Parlamento Europeo acaba de aprobar la etiqueta verde para el gas y la energía nuclear. La trepada del dólar más la volatilidad de los precios del petróleo, aconsejan prudencia.
No es fácil ni corto el proceso de sustitución energética. El transporte del hidrógeno verde aún no se ha implementado. Por favor, no desconsiderar la fracturación hidráulica. Los adelantos tecnológicos han superado sus problemas iniciales y facilitan la recuperación de una gran proporción del agua utilizada. Decisiones de este tipo se toman en el mundo desarrollado con bases científicas. Por ahora, nuestras exportaciones de carbón y petróleo traen buenos dólares que alivian las angustias presupuestales. ¡Se ha aplazado la hora de matar la gallina de los huevos de oro! Creo, con el ministro Ocampo, que hay que acelerar el uso del gas como combustible de transición.
En todo caso, la construcción de un Estado eficiente y más cercano al pueblo es una obligación de la política, y haría entendible el acuerdo nacional. Desde esta columna hemos insistido en que la lucha contra la pobreza es la principal tarea del sistema democrático de gobierno. Y, es el crédito el factor que puede determinar el éxito de esa lucha. Con esa óptica, desde el Partido Conservador, propusimos lo que hoy se conoce como la Banca de Oportunidades. Lo habíamos llamado el Banco de los Pobres, pero los tecnócratas se asustaron con el nombre y con la tarea propuesta. Surgió la conocida tendencia a no creer en lo que surge de la política. Lejos están de entender que la justicia social no se expresa en asistencialismo de corto plazo sino en la ruptura con los círculos viciosos que reproducen la pobreza de generación en generación.
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El presidente electo ha insistido en “diálogos regionales vinculantes”. ¿Es un cambio en la estructura de Estado? ¿Es un neofederalismo? ¿Se busca responder a lo regional - específico del conflicto colombiano-? ¿Qué cantidad de legalidad sustentaría los diálogos vinculantes? Esteremos pendientes de las explicaciones gubernamentales.