“De la física fría a ciencia con consciencia”
“Astérix y Obélix, los personajes antológicos creados por Uderzo y Goscinny, ya se enfrentaron con éxito a un personaje llamado "Coronavirus" en un cómic publicado en 2017, que sitúa la acción en Italia, adelantándose, de manera visionaria, a la batalla que lidia ahora el mundo (y ese país) contra esta nueva enfermedad.
Asimismo, el poder de Los Simpson para pronosticar el futuro ya era conocido por todos: de la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos a los premios Nobel de Bengt Holmström, economista, o Ben Feringa, químico, esta serie escrita por Matt Groenning ha logrado, desde la ficción, anticiparse de manera inexplicable a cuestiones de gran calado que han terminado por protagonizar la realidad.” Esto recién lo dice la Deutsche Welle, a la muerte del famoso dibujante Uderzo.
Si las premoniciones fueron meras coincidencias, ese azar, sería una progresión numérica de razón desconocida. O como dice la nueva física tan cercana a la imaginación como alejada del maquinismo del siglo XIX en el que todavía algunos operan, existe el número cuántico de rareza en la que AB ya no es igual a BA.
La física fría que veía al universo como una máquina, ha dado paso a una ciencia con consciencia, que pone al espíritu humano como centro de observación. Como autoconciencia decisiva en todo experimento.
Se opone al cientismo y al mal llamado racionalismo de neo “Ilustración”. Descree de la “objetividad” sin subjetividad. En fin, como predijo T. de Chardin la inteligencia avanza tomando creciente posesión de su punto de partida.
En la segunda guerra mundial, cuando los aliados planeaban en secreto la invasión de Europa desde Inglaterra, cuál no sería la sorpresa de los gobiernos involucrados cuando un inglés ¡empezó a poner los nombres de los principales puntos del desembarco en sus crucigramas! Se le interrogó minuciosamente, pero los criptógrafos no hallaron conexión alguna en sus extravagantemente precisas adivinanzas.
Carl Jung investigó ese tipo de coincidencias que se repetían a menudo con sus pacientes. Y lo llamó “Sincronicidad”. Definiéndola como “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera no causal.” Ignoramos cual es el patrón subyacente de las coincidencias, si es que acaso lo hay. Las matemáticas muestran, describen, las series, pero no pretenden explicarlas. Indican el cómo pero no el por qué. Y hoy las ciencias reconocen la validez de ese preguntar el por qué, rechazado ayer por la física mecanicista y el superado positivismo.
Las predicciones abundan en el arte, es el juego de la imaginación, libre de las cargas de las consecuencias. El escritor Jacques Cazotte, según el estadista y escritor suizo Laharpe, predijo la muerte violenta de Luis XVI, María Antonieta y otras personalidades años antes de la Revolución Francesa. Eso no gustó.
Franz Kafka, escribió un cuento en el que se detenía a las personas, se les juzgaba sin que hubiesen cometido delito y se les ejecutaba. Justo así, moriría su familia sobreviviente décadas después, en un campo de concentración nazi.