“El silencio que se instala presagia un voto castigo”
El país se aproxima al primer certamen electoral del año en un ambiente marcado por el repudio de una ciudadanía hastiada de la invasiva corruptela que se apoderó de la política y que contaminó todos los escenarios de lo público. Cada día trae nuevo escándalo y revela la asombrosa postración de las instituciones que evidencia la abdicación colectiva y mancomunada al ejercicio de sus deberes y que las priva de toda legitimidad. La institucionalidad ha perdido la confianza de los ciudadanos y con ella su capacidad para afrontar y resolver los innumerables problemas que confronta. Se hace esquiva una visión de futuro y en su lugar florece la desesperanza, que siempre es matriz de nuevas violencias.
Las elecciones de congresistas es tarea principal de los partidos. La decadencia de estas colectividades caracteriza la pobreza del debate y la ausencia de figuras de relieve, condenadas al destierro de la política. La mayoría de los candidatos son figuras anónimas, y muchos de los que no lo son deben su reconocimiento a ejecutorias que no los enaltecen.
No extraña entonces que resulte hoy imposible predecir el comportamiento de los electores el 11 de marzo. El silencio que se instala presagia un voto castigo cuyo alcance resulta difícil de vaticinar, pero que algunos intuyen como la conformación de un escenario propicio a aventuras populistas, como parece indicarlo el aparente crecimiento de la candidatura de Gustavo Petro. Replicar en todo el país la desastrosa gestión de Petro en Bogotá señalaría la ruta hacia el socialismo del siglo 21 que nadie se hubiese atrevido a soñar en razón a lo que acontece en Venezuela. Pero nada es imposible, más aún cuando los medios de comunicación prefieren estigmatizar a quienes lo pueden impedir, o insistir en propuestas que serán absorbidas por la polarización que se acrecentará en un escenario de esa naturaleza. Toda la izquierda se volcará en favor de Petro y Fajardo y De la Calle quedarán reducidos a la insignificancia.
Por ello, el resultado de la Gran Consulta por Colombia será la decisión más importante del 11 de marzo, porque escogerá el candidato para enfrentar el castrochavismo en un espacio marcado por una confrontación entre dos visiones encontradas de la sociedad y del régimen político: democracia o dictadura. No permitirá términos medios y el que conceda perderá. Así lo entiende Alejandro Ordóñez, quien ha dado increíble testimonio de transparencia al someterse al examen del polígrafo, ejemplo que muchos deberían pero no pueden seguir. Con ello confirmó su verticalidad y que dice lo que piensa y hace lo que dice, garantía de cumplimiento tan ajena hoy a la política colombiana. Ello explica la injuria con la que lo denuestan.