El 4 de julio, los encuestadores dieron este dato: 23% de los estadounidenses creen que se independizaron de Alemania, Francia o México. Es la era de Trump.
Wang Jing, el empresario que iba a construir el canal de Nicaragua perdió el 85% de su capital por la caída de acciones de Xinwei. El dictador Ortega ya no habla de “la tierra prometida” y esa obra que perjudicaría en especial a Panamá, y a Colombia ha quedado varada por lo pronto. El hijo del dictador que estaba en la junta organizadora deberá buscar otro modo de ganarse esa tierra prometida.
De forma masiva las empresas de automóviles planean construirlos sin necesidad de conductor, entre el 2020 y el 2030. Se utilizaran satélites y sistemas avanzados de comunicación y tendrán una seguridad casi del 90% mayor al de los autos con conductor. Esto incluirá el transporte de carga pesada de tracto mulas y camiones. No se sabe cómo se suplirán los millones de empleos perdidos. Aunque los más optimistas creen que será algo simétrico a lo ocurrido con el uso en el siglo anterior de la electricidad en el sector textil, lo cual, con el tiempo, dio mejores empleos.
El uso de misiles transcontinentales por parte de Correa del norte es un hecho consumado. El retiro de USA del liderazgo mundial lo facilitó. Y pronto se verán los otros vacíos que deja esa retirada en las diversas partes del mundo.
Las retiradas exigen de una estrategia no menos compleja que los avances. Y Trump no tiene ninguna. En una situación distinta sigue la misma de Obama. China y Rusia ahora tienen la iniciativa en ese frente. Se presentan como árbitros, aceptan controlar a Norcorea solo si USA se aleja de Japón y de Corea del sur. Trump no acepta pero tampoco puede hacer mayor cosa. Está en retirada comercial, política y en desprestigio. Sus acciones de apoyar a esos aliados tienen la particularidad de no coincidir con su opción de retirarse tras los muros imaginarios de su país, a soñar con la grandeza que abandona.
El gran problema de Venezuela pasa por el meridiano de la incapacidad de la oposición de sustituir al inepto régimen militarista de Maduro. No tienen un sueño congregante, una alternativa creíble, sino un legado del Copei y de los Adecos, que no proporciona confianza, credibilidad, ni unidad de propósito. Parecen estar luchando por las rentas del petróleo que se les salió de las manos. No parecen conocer otro modus operandi.