China, con unos mil cuatrocientos millones, aumenta su población anual en más de cinco millones de personas. Toda América apenas alcanza mil millones de habitantes. Un niño chino aprende a leer los más de tres mil caracteres de su idioma hacia el quinto año de primaria, en cambio los 27 caracteres en promedio de los idiomas occidentales permiten que un niño normal los maneje en el segundo año. Este esfuerzo descomunal da a la educación china una notoria ventaja de su desventaja. China con su otro superpoblado vecino, India, con mil trescientos cincuenta personas, constituyen un mercado mayor al de Europa y América, sumados.
China y ahora Japón, tienen una inversión gigantesca en bonos de deuda en Estados Unidos, de tal magnitud que se constituye en carta de seguridad. De ahí que más tardó Trump en posesionarse que en reversar su tesis previa de la existencia de dos chinas que enfureció a Pekín. Ahora está invitando, de afán, al premier chino a una reunión en Washington. Este le había advertido que su enfrentamiento con Corea del Norte podría llevarlo al desastre. Si bien la Casa Blanca ha sostenido que el presidente de Corea del Norte no está en sus cabales, aún no se ha credo un test de personalidad para evaluar la estabilidad emocional de a los gobernantes del mundo, ni se sabe cómo le iría a Mr. Trump en él. Hay pues unas limitaciones muy reales y tangibles que se imponen de una forma tozuda.
En el mundo somos siete mil quinientos millones, crecemos exponencialmente, por cada muerte hay más de dos nacimientos. La medicina aumenta la longevidad, y la tasa de crecimiento de la población. Una bendición pero a la larga la naturaleza se resiente, el planeta se cansa. Y busca reestablecer el equilibrio. No sabemos cómo lo hará. Pero lo veremos. La tesis Gea, de la autorregulación de la naturaleza, no ha sido refutada. Y esas consecuencias no han sido medidas ni tomadas en cuenta. Seguimos reproduciéndonos como conejos. Como “conejos católicos” dice el chiste protestante. El problema no parece tener solución racional ni pacífica. Pero quizás lo tenga al modo de Gea, en forma irracional y terrible.
En cuanto al chiste, la verdad es que los países con mayoría católica practican un fuerte control natal en todo el mundo, sin excepción. Ese asunto se sustrajo al Concilio y lo impuso el Papa contra el parecer de la mayoría, sabía que los cristianos viejos vamos a misa pero nos dormimos en los sermones.