El candidato del Pacto Histórico se ganó la carrera presidencial de punta a punta. Hizo una campaña admirable que lo presentaba como la imagen de una Colombia nueva, diseñada en el marco del socialismo culto y sofista de la Escuela de Lovaina. Radical en la plaza pública, sus discursos agresivos y asustadores, se moderaban en las conversaciones con periodistas, que le son propicias a sus elaborados razonamientos. Se impuso, también, la experiencia de derrotas anteriores ante figuras novatas en la arena política nacional.
Aunque nunca surgió el “antipetro” los resultados finales reflejan la preocupante división nacional. En estos días ha circulado en las redes una frase admonitoria de J.F, Kennedy: “se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”. Lo primero que hizo el presidente norteamericano fue ir a saludar a su derrotado contendor, Richard Nixon: “Dick tenemos que unir a este país”, le dijo a manera de saludo.
¿Es la propuesta de un gran Acuerdo Nacional el gesto de un estadista que comprende las dificultades de gobernar en democracia, o es la habilidad de un político que necesita a armar mayorías en el Congreso de la Republica? En todo caso, el presidente electo, Gustavo Petro, ha abierto la puerta del diálogo y su invitación debe ser atendida. Las bases obvias de un acuerdo de tal magnitud deben ser “el repertorio de libertades y valores de la Constitución Nacional”, para decirlo en las palabras del profesor Cepeda Ulloa.
La elección presidencial reflejó tanto el deseo de cambio como la rabia de las dos generaciones últimas contra el presidente Duque, quien no supo entender los anhelos de la juventud colombiana. No otra cosa explica su impopularidad a pesar de las cifras positivas de la economía y del éxito de programas sociales como Ingreso Solidario.
Es que el Estado Democrático, capturado por el capitalismo codicioso, no ha entendido que el PIB no representa la realidad social y que no se puede hablar de bienestar económico si el pueblo no siente ese bienestar en el salario y en el comedor de su casa.
Por eso mismo, las políticas para combatir la pobreza y la desigualdad, para construir los caminos hacia un cambio social profundo, deberían suscitar un amplio consenso. Cómo hacerlo, y la insuficiencia institucional para hacerlo, serán escollos que no se pueden superar con decisiones apresuradas. Los procesos sociales, para que sean sostenibles y rotundos, exigen tiempo y constancia. Lo mismo ocurre con la transición energética.
Una de las personalidades más representativa de la izquierda latinoamericana es el socialista Ricardo Lagos, expresidente de Chile y con muchos galardones ganados en su firme lucha contra la dictadura de Pinochet. En “Así lo vivimos” (2015) consignó sus reflexiones después del poder, que sintetiza en una sola frase: “Para prosperar, todo país moderno necesita democracia, crecimiento económico e igualdad social. La ausencia de cualquiera de esos componentes hace muy probable que el aparato completo se desplome”.
P.S. Registro con aplausos que Verónica recibiera el triunfo con un hermoso vestido azul, homenaje a su padre, Jorge Emilio, de la estirpe conservadora de los Alcocer. Su campaña: moderna, novedosa y alegre, marcó la diferencia.