El riesgo de ser alcalde
“Proliferación de demandas interpuestas con cualquier pretexto”
¿QUÉ futuro le espera a nuestra democracia si los cargos de elección popular se convierten en unas encrucijadas de alto riesgo personal? Pongámosle una cuidadosa atención al tema porque eso, precisamente, ocurre con los alcaldes.
Y no hablamos sólo de los peligros físicos que debe enfrentar el primer mandatario de un municipio lejano, en donde podría pensarse que las amenazas de violencia son peores y se controlan con más dificultad. La situación afecta también a las grandes ciudades y se convierte en regla general lo que antes era una excepción.
Tampoco se trata de casos en los cuales, al cometer un delito, los alcaldes quedan sometidos a procesos judiciales ejemplarizantes y terminan en la cárcel.
Lo alarmante es la proliferación de quejas y demandas, interpuestas con cualquier pretexto, que convirtió los despachos oficiales en una silla eléctrica política.
La alcaldía se convirtió en una misión de alto riesgo, como lo comprueba la lista de recomendaciones que la Federación Colombiana de Municipios les hace a sus afiliados, para prevenirlos contra los peligros de las democracias locales y evitar que pasen más tiempo defendiéndose del afán de judicializar todo que ejerciendo el cargo.
Para empezar, les habla del “enorme sacrificio que significa ejercer esta función en los municipios colombianos, no sólo para ustedes (los alcaldes) sino también para sus familias, allí arriesgaron sus vidas, su patrimonio moral y el de los suyos en un país en el que se hace mucho ruido a las investigaciones que se inician contra unos pocos y se desconoce el profundo apostolado de la enorme mayoría de ustedes”.
Además, estimado alcalde, prepárese para la empapelada. El consejo: “saque fotocopia a todo el archivo del municipio en lo corrido de su período y afíliese a un sistema de defensas penales, disciplinarias y fiscales que le permita acceder a abogados especialistas a precios accesibles; los va a necesitar”.
Semejante advertencia no es propiamente el mejor estímulo para atraer al servicio público personas limpias y capaces, que renueven la política y hagan funcionar con eficiencia la administración del Estado.
Este diciente decálogo de advertencias está elaborado con las mejores intenciones, tiene en cuenta las experiencias acumuladas durante estos años de alcaldías por elección popular e intenta ahorrarles amarguras a los mandatarios salientes, ilustrándolos sobre los sinsabores de gobernar. Su autor, verdadero experto en temas de gobierno local, conoce muy bien la vida de nuestros alcaldes: “El tiempo que llevo en la Federación Colombiana de Municipios y mi condición de ex alcalde, me permiten con autoridad hacerles algunas sugerencias para los próximos cuatro meses y para entrar en ese período lleno de nostalgias que significa ser ex alcalde, que dicen que se parece a la viudez”. A una amarga viudez, llena de azares físicos y judiciales que, inevitablemente, afectan el buen desarrollo de la democracia municipal.
¿La salida es un alivio? No, “ahora viene lo más difícil, la entrega del cargo y el hacerles frente a las denuncias que seguramente se vendrán ante los organismos de control por parte de los afectados con sus decisiones administrativas, por los adversarios políticos, por quienes les sucederán en el cargo y también por los enemigos personales que nunca faltan en política”.
En medio de ese ambiente, que cada día se enrarece más, no hay que preguntar quién aspira a ser alcalde, sino quién se arriesga a ser alcalde.