“Peñalosa evidencia que nunca segundas partes fueron buenas”
En el bullicio preelectoral pasaron casi desapercibidos dos fallos de cierta importancia al menos para Bogotá. El primero exigiendo al Alcalde que reabra el hospital San Juan de Dios para el uso comunitario. Esto reafirma la política de la universalidad de la salud pública, puesta en duda durante la administración de Álvaro Uribe, quien privilegió su privatización.
El fallo le exige al burgomaestre que reabra ese centro hospitalario, clave para los sectores más necesitados de la ciudad que por algún motivo no tengan cobertura médica. Noticia sin interés para quienes no lo necesitan, pero candente para muchos otros casi invisibles. Un periódico llamado con propiedad “Desde abajo”, le dedicó su primera página. De todos modos, el asunto subraya el sentimiento de rechazo a la indiferencia social del alcalde Peñalosa, tan atento a los intereses de los urbanizadores que le financiaron su campaña. Compromiso tan obvio que insiste en destruir la última reserva verde de la capital, donada por el lúcido profesor Van der Hammen. Lo que resulta tanto más repelente cuando Bogotá es una de las capitales mundiales con menos árboles por habitante. Inútil hablar de la crisis de las basuras, aún no superada sino en las declaraciones oficiales, basuras que sirvieron para intentar destituir a su antecesor por vía del único dueño de la virtud, el fanático ex procurador Ordóñez.
El otro fallo está por cierto relacionado con el medio ambiente. Resulta que Peñalosa tras más de dos años de administración lerda y descomedida para con la sociedad capitalina, pretendía y pretende vulnerar los lagos de Torca y romper la conectividad entre el río Bogotá y los Cerros Orientales. Conectividad con un ancho ya de suyo pequeño de 1.300 metros, que el proyecto reduce a 60 metros con los lagos de Torca. Por fortuna la demanda contra ese atropello, entablada por reconocidos ambientalistas, prosperó. El juzgado 42 Administrativo del circuito de Bogotá le dio a la Alcaldía un plazo no superior a seis meses para que reforme este plan urbanístico.
Peñalosa tras haber hecho una buena alcaldía el milenio pasado, refrenda la observación cervantina “nunca segundas partes fueron buenas”. Hoy más de 700.000 personas piden su revocatoria, pero con mañas les han logrado burlar ese deseo manifiesto de un derecho constitucional. Tanto peor por cuanto esa parodia de justicia exacerba a los bogotanos justo en una época preelectoral. La figura de la revocatoria se concibió como una forma civilizada de mitigar la iracundia popular, encausándola pacíficamente.
Por cierto, hace días el senador opositor Navarro Wolf, manifestó que él no estaba de acuerdo con la revocatoria. Y ahora el candidato presidencial Gustavo Petro ha agregado que el Alcalde es el mejor vocero de su campaña opositora dada su probada ineptitud. Y que mal haría él en apoyar su salida, prefiere las cosas como están. Esos cálculos políticos sin duda quitarán al establecimiento clientelar apoyo popular en las próximas elecciones, pero para los más apegados a las instituciones se evidencia que aun la revocatoria no funciona.