Se dice que el paro es una expresión de inconformidad y que quienes no lo apoyamos somos indiferentes a los problemas del país, o que no los vemos. Es una interpretación simplista.
Cualquier colombiano entiende la gravedad de lo que estamos viviendo. Los efectos de la política social para erradicar la pobreza que se intensificara desde el 2002, se borró con la pandemia. Tenemos 21 millones de colombianos en la pobreza y 7,5 en pobreza extrema. No hemos recuperado el empleo y miles de negocios, especialmente pequeños, no han podido recuperarse. Son problemas nuevos a la larga lista de dificultades. Empezando por la corrupción que sigue corroyendo el sistema político y las obras públicas. La impunidad rampante y los delitos jamás se sancionan. La tramitomanía que es una barrera de acceso al mercado para cualquier negocio de cualquier tamaño. La ineficiencia del Estado para resolver cualquier problema pequeño o grande. La mala calidad de la educación pública. La violencia financiada por el narcotráfico que asesina y la incapacidad de garantizar la seguridad a todos los colombianos. En fin, la lista es muy larga y tal vez, en eso todos estamos de acuerdo.
Sin embargo, las soluciones que propone la izquierda son muy distintas a las que proponemos nosotros. Los cambios que requiere el país son precisamente los contrarios de los que promueve el paro. En el país hay hoy dos modelos de gobierno. Uno encarnado por la ciudadanía que está en el paro y que lidera el senador Petro y su aliado senador Gustavo Bolívar y otro que representamos quienes creemos en el sistema productivo.
Las diferencias son evidentes y se manifiestan con las expresiones del paro. Algunos observamos con preocupación que los niños del sector de la educación pública ocupan los últimos lugares en las pruebas Pisa y también es uno de los países dónde más días los niños estuvieron sin presencialidad y que por lo tanto tienen más retraso en su educación. El paro está liderado por Fecode que, sin reparos e irrespetando el mandato constitucional, insiste en defender sus derechos por encima de los derechos de los niños estudiantes. Entraron a trabajar por las vacaciones y es de esperar que vuelvan a paro en cuanto se deba reiniciar la presencialidad.
Mientras algunos creemos que las soluciones al empleo y la pobreza pasan por la reactivación económica, y el cuidado del sector productivo, la izquierda emprende una campaña de estigmatización y destrucción de todo lo que produzca riqueza. Tiene la idea de que las soluciones de la pobreza nada o poco tienen que ver con las empresas y los empresarios. No solo no condenan los bloques abogan por su legalidad e incluso han financiado la primera línea -lo que en mi opinión es un delito-.
Mientras se quejan del asesinato de líderes sociales propenden por la legalización de las drogas, en el contexto de la prohibición en los países que son nuestros socios comerciales. Evidentemente nos llevaría a la ruina. Al mismo tiempo impiden con artilugios cualquier alternativa que dé resultados contundentes contra el narcotráfico. La seguridad les parece un valor de segunda y cualquier uso de la fuerza del Estado les preocupa. Desprestigian a los hombres de las fuerzas armadas.
Leyendo esto cualquiera comprende que el informe de la CIDH es más una postura política que una observación imparcial. Era previsible, y es al mismo tiempo, inaceptable. Las dos visiones de país se enfrentarán en las próximas elecciones y Colombia tomará la decisión sobre lo que quiere para su futuro en la democracia. Lo que opinen desde escritorios de burócratas internacionales no influirá.