En el foro vicepresidencial de Caracol, hace pocos días, se acusó a Martha Lucía Ramírez de ser la candidata de Uribe y, por lo tanto, portadora de sus problemas y sus odios. El cargo lo hizo Ángela María Robledo, la fórmula del único candidato que formó parte de la insurgencia armada. El meritorio andar democrático de los ex miembros del M19 no les concede autoridad para señalar a sus contendores de la intolerancia que ellos otrora practicaron. Además, Martha Lucía se ganó su nominación a pulso, en consulta popular en la que enfrentó no solo a Duque y a Ordoñez sino a los avezados clientelistas de su propio partido quienes, por haber perdido la oportunidad de apoyarla y darle el triunfo, están ahora al vaivén de las mareas electorales y sin puerto seguro donde anclar el incierto futuro del Partido Conservador.
Si bien es verdad que la campaña presidencial se ha cumplido en un ambiente de tranquilidad, es preciso recordar que el ex presidente Uribe Vélez no es candidato presidencial. Señalamos algo tan obvio porque a Duque, ante la coraza de su vida limpia y de su admirable ejercicio político, se le hacen los mismos cargos que a Martha Lucía. Se comete, así, una grave falta contra la exigente ética del comportamiento. Desafortunadamente, atribuir odios es el habitual recurso de los que odian.
Se endilga a Uribe una actitud guerrerista como motivación de sus mandatos, y se olvidan que fueron las Farc las que retaron al gobierno lanzando bazucos contra el Capitolio Nacional durante el acto de posesión en el 2002. Se olvidan los detractores de Uribe que, en la búsqueda de la paz, designó a Chaves y a Piedad Córdoba como mediadores. También se olvidan que logró la paz con las fuerzas criminales de las autodefensas, con tanto acierto que tratadistas de estrategia militar afirman que esa ha sido la primera y única vez que un grupo armado, sin ser vencido, entrega sus armas y se va a la cárcel. En la sinrazón de la dialéctica izquierdista hasta le cobran los éxitos de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía las que, bajo su batuta, arrinconaron a las Farc para bien de Colombia. (Sorprende que J.O. Melo, en su Historia Mínima de Colombia, califique repetidamente de brutales e ilegales las acciones del ejército contra la guerrilla de los años 80. Extraña solidaridad con la violencia subversiva).
El aporte fundamental de los gobiernos de Uribe fue la formación de conciencia ciudadana. En los consejos comunitarios la gente sentía que se les oía, que se les tenía en cuenta. Nació la relación Ciudadano- Estado, indispensable en el desarrollo democrático de los pueblos. Tales ejecutorias son las que le permiten, ahora, visitar ciudades y pueblos ante una audiencia que lo respeta, lo quiere y lo sigue. Sus discursos de estos días tienen un marcado acento de pedagogía de la democracia. En el parque Santander de Sincelejo, ante pretendidos saboteadores, habló dos horas sobre las encrucijadas actuales de la economía y la política. Me había dicho, hace varios años, que era necesario encontrar el modo de aplicar los mecanismos exitosos del capitalismo a la economía popular. En esas disertaciones comprobé que insiste en la tarea. Sí, la economía al servicio de una democracia que garantice los derechos esenciales de la ciudadanía. Esa es una gran bandera para elegir mañana a Iván Duque como Presidente de la República.