“La gente en su vivir cotidiano no está todo el tiempo exaltada”
El centro político es una actitud más que un partido, se podría incluir en la forma, digamos imaginaria, a muchas más personas que están en uno u otro bando, o que se abstienen. Imaginario como la línea del Ecuador, pero que sirve de referencia necesaria y comprensible. Y no es descartable por una elección.
Fajardo es un profesor que tiene mayor frescura y facilidad de expresión que su antecesor político, el profesor Mockus. Expone su posición de centro izquierda sin condescender al agravio ante las acusaciones de “castro chavismo”, olímpico, los jóvenes decían de él “está en modo avión”.
Ahora dice querer ser rector de universidad, que es otra forma de decir que la política no es su modus vivendi. Él encarna los valores de su oficio profesoral, los exalta y los hace respetar como se vio en el debate con Vargas Lleras quien, como jefe de Cambio Radical, dicho sea de paso, tomaba agua en cantidades industriales cada vez que se mencionaba el asunto de la corrupción.
Fajardo en la pasada campaña fue una cuña entre dos vidrios, sirvió para evitar la confrontación de la actual disyuntiva del agresivo pierde-pierde, en la cual está dividida Colombia. De una parte, la amenaza de una desestabilización institucional representada por Álvaro Uribe, con necesidad de tapar un turbio pasado suyo y de sus conmilitones reos o fugados. Un retroceso a las chuzadas a las cortes, a las desapariciones, al genocidio eufemísticamente llamado “falsos positivos”, al rompimiento de la separación de poderes, a la búsqueda de una reelección vía el cohecho para torcer el “articulito” constitucional. Y es ese expresidente el que “le respira en la nuca” al candidato Iván Duque de una derecha que no deslinda campos con la extrema y pretende “mejorar” los acuerdos con las Farc apresando al secretariado de esa guerrilla, lo que es una forma de acabar con todo el proceso.
La contraparte la representa Gustavo Petro cuya cercanía con Chávez espanta a la inversión internacional y nacional. El es parte de ese sentimiento popular que desde Gaitán no ha podido gobernar por cuanto el establecimiento lo impide por la razón o la fuerza.
A Petro como alcalde de Bogotá lo persiguió el procurador Ordoñez (que vuelve al ruedo con el ascenso de la derecha). Lo atacaron los medios que callan el desastre del alcalde actual, y solo un lentísimo fallo judicial lo rehabilitó. Pero digamos que no fue gran administrador, es obcecado, no escucha a nadie, tiene gran inteligencia conceptiva pero poca inteligencia emocional. De seguro con su elección los capitales se espantarán pues no hay nada más cobarde que un dólar, y él se vería tentado a tomar contra medidas desde el gobierno.
Entre ese inmovilismo político del dinero que postula la ortodoxia macroeconómica y el ansia notoria de cambios sociales reales, el país está atrapado entre dos pierde- pierde, Scilla y Caribdis.