“La izquierda busca la división del adversario”
En el debate electoral los medios de comunicación y analistas de la política han pretendido establecer que la contienda por el poder se resolverá con la victoria de quienes se posicionen en el centro del espectro ideológico, concebido como espacio de reencuentro entre fuerzas de izquierda y derecha. Esa ha sido una creencia recurrente que ha adquirido condición de utopía, por la imposibilidad de ubicar esa tierra prometida, carente de coordenadas situacionales e ideológicas, que lo hacen inasible y huérfano de perfiles identificables. El centro es opción difusa, llena de vaguedad e imprecisión, que no se logra remediar ni siquiera con las sustracciones puntuales al pensamiento de quienes se sitúan a sus costados. Unos, se reclaman del centro con la pretensión de aparecer como punto de equilibrio entre ideologías encontradas, como si la sola equidistancia fuera partera de una doctrina política. Otros, persiguen crear alberge propicio para refugio de una izquierda que busca desvanecer su imagen para capturar incautos. No la tienen fácil a pesar del favorecimiento y publicidad de los medios, porque las posturas de los unos no tienen sustancia, y las de los otros no alcanzan a esconder la naturaleza de su credo y el alcance de sus metas.
Fajardo, navega en lo indefinido para ocultar la compañía de Robledo e Iván Cepeda, agentes del radicalismo izquierdista. Timochenko se disfraza de social demócrata para ejercitarse en pescas milagrosas en las que es experto, y De la Calle y Clara López buscan punto de equilibrio en la defensa de la gestión de Santos como si la claudicación ante la Farc constituyera posición de centro.
Petro, por el contrario, no usa caretas. Su progresismo apunta a replicar el régimen cubano y su versión chavista, con el adorno de una promesa ambientalista que torne en amable lo que de por sí es oscuro y trágico.
En la izquierda los matices obedecen a la intensidad con la que se quieren ocultar los contenidos y propósitos del proyecto político compartido. En la derecha se explican por el encanto que produce el creer que el centro es espacio soñado para convergencias, imposibles por la incompatibilidad doctrinaria y por el carácter engañoso y dogmático de las izquierdas en procura del poder. No hay que escuchar el canto de sirenas que se multiplica y que persigue destruir la unidad de la derecha. Para la izquierda la división del adversario es presupuesto ineludible de la conquista del poder. Para ello apuntan a la humillación de las Fuerzas Armadas, a la persecución de las Iglesias y a la deconstrucción de la Familia. En la humillación de la primera, la erradicación de las segundas y la desarticulación de la tercera radica la clave de su éxito.