“Autonomía del banco central es esencial”
Es un cuento conocido, y aclaro que no es mío es anónimo. Es decir, de todos.
“Es verano en una pequeña ciudad costera en plena temporada. Cae una lluvia torrencial y la ciudad parece desierta. Hace rato que la crisis viene azotando este lugar, todos tienen deudas y viven a punta de créditos. Por fortuna llega un ruso mafioso forrado de plata y entra en el único pequeño hotel del lugar.
Pide una habitación. Pone un billete de cien dólares en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones. La dueña del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero, quien a su vez toma el billete y corre a pagar sus deudas con el criador de cerdos. A su turno éste sale corriendo a pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales. El molinero toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con la madame Lulú la prostituta a la que hace tiempo que no le paga. En tiempos de crisis ella ofrece servicios a crédito. Lulú con el billete en la mano cruza la calle al pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no ha pagado y le entrega el billete a la dueña del hotel. En ese momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el porvenir con confianza.”
A un profesor esto le sirvió para ilustrar el poder del símbolo. El crédito, la fiducia como la raíz de la palabra lo indica es creencia, un acto de fe. El billete de cien dólares que en términos físicos es un pedazo de papel pintado, avala en este cuento el trabajo de todos los implicados. Para que la humanidad aceptara ese símbolo como algo real, o como se lee en el actual dólar “In God We trust”, se requirió un proceso de miles de años. En los que hubo una pedagogía de guerra y sangre de parte de los estados.
No quisiera aplastar un cuento con una pesada disertación. Pero si advertir como todos nosotros no dudamos en que el dinero que tenemos en los bolsillos hoy, nos servirá mañana. Por no mencionar los que quizá tengamos en una cuenta electrónica. Pero no nos engañemos: es un acto de fe gratuito. Es una petición de principio sin otro asidero que la confianza. La autonomía del banco central respecto al presidente de turno es por eso esencial. Y el peligro de que ese banco quede en manos de un grupo político, tal como amenaza ocurrir con este gobierno en Colombia es una noticia muy grave. En Venezuela y Argentina plagadas de otra forma de populismo que liquidó esa fe, han caído en la inopia.