El promocionado debate en el Senado en contra del Fiscal General de la Nación por los presuntos actos de corrupción de Odebrecht en la distintas concesiones y obras de las que fue adjudicatario, sorprendió tanto por su desarrollo como por su desenlace.
Por una parte, los promotores del debate confiaban en la ausencia de Fiscal para moldear a su antojo el acervo probatorio, descontextualizando las grabaciones, o recortándolas a su gusto, y así esconder verdades o hacer surgir verdades a medias que pudieran afectar la honra y buen nombre de Martínez Neira. Sorprendente fue para ellos la presencia del Fiscal y desconcertante la exhibición de documentos y las escuchas de las grabaciones en su integridad que revelaron el verdadero contenido y alcance probatorio de esas piezas procesales, que hasta ese momento habían sido divulgadas incompletas para acomodar una verdad diferente a las que se desprendían de su tenor literal y de su difusión integral.
Con ello frustró todo un minucioso trabajo adelantado en dos debates previos por el senador Robledo y orquestado por reconocidos medios de comunicaciones y columnistas, para otorgarle a esas grabaciones valor y alcances de que carecían, porque habían sido objeto de manipulación en la integridad de su contenido.
El debate que se quería probatorio se tornó político, ofreciéndole al destinado al patíbulo la oportunidad de posicionarse ante quienes desconfían, unos, o temen, los más, la aventura que supondría el acceso de una fuerza política hirsuta, chavista y castrista al poder en Colombia. El Polo, con la Farc, los autodenominados decentes y alternativos, fueron por lana y salieron trasquilados.
Por otra parte, el desenlace del debate fue el menos esperado. La senadora Paloma Valencia divulgó un video en el que aparece el excandidato Gustavo Petro contando abultados fajos de dinero en una conducta más propia de escenarios delincuenciales que de un candidato con aspiraciones presidenciales. Las explicaciones aportadas hasta ahora por Petro no satisfacen las inquietudes y acrecientan el estupor que ese bochornoso acontecimiento desencadenó en la opinión pública. Hay una exigencia general de conocer la verdad.
No puede Petro recurrir al manido ejercicio de la izquierda de auto adjudicarse inmunidades de las que carece, porque el país exige verdad pronta y completa, más aún cuando las primeras justificaciones se aseveraron falsas, como se deprende de las tajantes declaraciones del arquitecto Simón Vélez que dejan sin piso la versión insólita del préstamo. Importa al país que rápidamente se compruebe la inocencia del encartado o se le procese como responsable. Será la misión del Fiscal ad hoc. Están en juego la transparencia de la política a su más alto nivel y la capacidad de las instituciones para enfrentar la corrupción.