El gobierno Petro se jacta de que escucha, de que dialoga; en realidad monologa. He sabido por asistentes a los “diálogos regionales vinculantes” que solo las voces de sus seguidores se escuchan. Las voces divergentes apenas se pronuncian por el ambiente sectario que se respira. Claro que ese será el diálogo vinculante, porque escuchan exactamente lo mismo que ellos planean hacer. Dijéramos, para ser más precisos, que los diálogos regionales son justificantes.
Pero esa misma forma de “diálogo” es que se evidencia en todas las esferas. La tributaria ha sido un despliegue de una gran pantomima. Dicen que han oído, que se han reunido, que han escuchado, que han ido por todo Colombia (Cali, Barranquilla y Cúcuta); que la oposición habló, y habló… y sí; nosotros y los colombianos hablamos, opinamos, pedimos, recomendamos y ellos se hacen los que oyen. Nada escuchan: hacen lo mismo que tenían pensado.
Esa técnica de fingir que escuchan se empieza a ver en todos los episodios políticos.
La senadora Padilla, por ejemplo, tiene un proyecto que prohíbe las corridas de toros bravos, las corralejas y también las riñas de gallo. La plenaria aprobó que se hicieran foros regionales. Ella lo avaló -según parece sin leerlo- y después dijo que ella ya había hecho un recorrido por toda Colombia y no lo aceptaba. Tuvo que citar a una subcomisión. Estuve ahí de principio a fin. Nos puso a todos a opinar. La reunión duró más de dos horas y media. Al terminar de oírnos -con las mayorías que la acompañan- simplemente dijo que todo seguía como venía. Si su recorrido por Colombia fue en un diálogo como el que tuvo con nosotros entiendo la frustración de todos esos sectores; los oyen como un proceso formal, que se cumple y no cambia nada.
La simulación de diálogo es peor que la imposición, porque nos hace perder tiempo y confunde a la opinión pública haciéndoles creer que son amplios en su criterio. Dialogar tiene como presupuesto previo la disposición de ceder, de entender y buscar puntos medios. La esencia del diálogo es el acuerdo. Un diálogo donde no hay acuerdo, es un fracaso.
El totalitarismo de imponer, no tener en cuenta a los otros, es controlar todo de acuerdo a una sola voluntad: le cabe perfectamente al petrismo. Lo hacen con disimulo, sacan a relucir miles de reuniones donde nos oyeron, sin contarle a nadie que no escuchan, que en nada de lo que se les dice les penetra, ni les importa, ni los mueve. Es un diálogo con sordos.
Coletilla: La reforma tributaria le quita los recursos al sector ambiental. Eliminan la destinación de los ingresos del impuesto al carbón que hoy financia el sector ambiental. Desde 2018, el 5% de esos recursos se direccionan al Sistema Nacional de Áreas Protegidas, el 25% al Ministerio de ambiente, y mediante un artículo de mi autoría en el Plan Nacional de Desarrollo de 2019, un 15% para la conservación de los bosques de la región amazónica. Esto se acaba con la reforma de Petro. Y me preocupa también la modificación de la ley de regalías -que ya han anunciado- donde también logré que el sector ambiental reciba regalías. El presupuesto del Ministerio de Ambiente es de 1,3 billones de pesos. Lo que alcanzamos con la reforma regalías para el ambiente suma otros de 1,5 billones de pesos, más los ingresos por carbono unos 65 mil millones más por año.
La Amazonía colombiana está compuesta por 476 mil kilómetros cuadrados. Al año se deforestan entre 98 mil y 140 mil hectáreas, que equivalen al 60% de la deforestación de Colombia. Se requiere recursos para proteger nuestras selvas y se los están quitando. El compromiso ambiental era solo discurso.