Los colombianos nos hemos enterado por fascículos, sobre el novelón que han protagonizado algunos, ya exfuncionarios públicos; el mismo que arrancó con una prueba de polígrafo a la que fue sometida la niñera de la exjefe de gabinete del Presidente de la República, sospechosa de la pérdida de miles de dólares en efectivo; siguió la incursión del exembajador en Venezuela, quien al parecer compartía actividades con la niñera, quien lo visitaba en vuelos charter al vecino país y a quien él debía convencer de algo o de evitar que lo hiciera. Hasta allí el tema se quedaba en la posible presión e instigación a la niñera, sin su autorización libre según ella, pues le amenazaron con investigar a su familia.
Se destapan luego una serie de grabaciones a conversaciones telefónicas del exembajador, donde afirma sentirse maltratado por el gobierno, por la jefe de gabinete, por el Presidente; que le investigan sus repetidas salidas del país; confiesa que utiliza el mismo charter que utilizaba el Presidente en campaña; que recogió $15.000 millones y que sin su ayuda no habría ganado Petro la presidencia. Además, amenaza con develar la información que posee, que puede llevarse al mismo gobierno y recuerda cómo empezó el proceso ocho mil. Todo en una narrativa soez y grosera, impropia de una persona que ha ocupado altas dignidades en el Estado. Es la muestra más decadente de a dónde ha llegado el ejercicio de la política.
Muchos interrogantes dejan los hechos develados y la forma como se nos han dado a conocer. Lo primero sería averiguar qué es lo que sabe el exembajador sobre los fondos de la campaña y su procedencia, que podrían poner en “calzas prietas” al Ejecutivo. También causa curiosidad quién fue el genio que se le ocurrió utilizar el polígrafo con la niñera sin que mediara una investigación criminal y sin orden de autoridad judicial; también intriga la acusación de uso de cocaína al que se refiere en exembajador en sus alocuciones y por qué insinúa que el Presidente la consume; de donde sacó los $15.000 millones, quién los aportó y si fueron declarados en las cuentas electorales, igual que los servicios del charter que se utilizaba en la campaña.
Bueno, éstos y muchos más son los interrogantes que nos deja el capítulo de las grabaciones, en el entendido de que estamos seguros que faltan muchas entregas de la novela.
Los colombianos tenemos derecho a saber qué hay tras bambalinas, con la absoluta seguridad de que falta mucho por destaparse. El país se merece una investigación seria y exhaustiva que arroje la verdad de lo sucedido y que judicialice las conductas punitivas que a bulto aparecen en juego. Nunca el país había vivido algo tan denigrante. Estamos ante la vana trivialización de la política, protagonizada por unos personajes que dan vergüenza nacional.