El acuerdo de paz desencadenó una serie de acciones que modificaron caprichosamente hasta la propia Constitución. El resultado no podía ser más catastrófico y tiene sumido al país en un desorden que no había conocido en años. Se afectó el ordenamiento jurídico y la institucionalidad que lo soporta, hasta el punto de blindar ese atropello por doce años para que sirviera de transición a la asunción del poder por el castrochavismo. La autoridad sucumbió ante el delito por la permisividad imperante, la paz se tradujo en más violencia de las bandas criminales fortalecidas por el aumento de los cultivos de coca, la ausencia del Estado en el territorio continuó y se incrementaron las víctimas desprotegidas y abandonadas a su suerte. Hoy prevalece un cogobierno que impone legislación en los términos de la Farc. La separación de poderes ya no existe y el Estado Social de Derecho desfallece.
En ese dantesco escenario las elecciones del 11 de marzo adquieren un carácter que trasciende la sola elección del Congreso. Será el espacio propicio para una definición anticipada de los colombianos sobre el régimen político que habrá de reemplazar la moribunda Constitución del 91. Los ciudadanos, por medio de las dos consultas que se harán el 11 de marzo, decidirán anticipadamente el régimen político de la nueva Colombia. Será otra vez el enfrentamiento entre las fuerzas del Sí y del No que se expresaron en el plebiscito para definir la naturaleza del régimen y las características y competencias de sus instituciones. Con Petro, que no esconde su pensamiento e intenciones, y Ordóñez, Duque y Ramírez que encarnan los matices que conforman el espíritu y los principios de un Estado Social de Derecho, habrá de dirimirse la preferencia de los colombianos y seguramente la identidad del próximo presidente.
Petro es el mejor portaestandarte de la izquierda. Su coherencia, y su capacidad política lo habilitan como el mejor exponente de la izquierda. Dice lo que piensa y procede en consecuencia, a diferencia de otros disfrazados de centristas o que se ven obligados a la discreción por el terror que infunden en los colombianos. En la derecha, Duque tiene aún de tiempo para madurar y crecer en capacidad, que tiene ya de sobra, y en experiencia que aún le falta. Ramírez tiene experiencia y capacidad pero carece de las convicciones necesarias en tan difícil escenario como el que vivimos. Ordóñez tiene la capacidad, la experiencia y las convicciones requeridas para restablecer el estado de derecho. Su propuesta de convocar una Asamblea Constituyente así lo acredita, porque es el único instrumento constitucional que permite la construcción de un ordenamiento consensuado con los colombianos. El 11 de marzo será un nuevo plebiscito.