“Cacerolazos y miedo a la demagogia”
Busca acabar con la autonomía del Banco Central que regula la moneda y controla la inflación. Mina las instituciones concentrando la riqueza, mientras impulsa decretos demagógicos que encarecen la creación de empleos. Se opone a la trasparencia pública y privada, bloquea las penas anti-corrupción, a la vez que impone reformas tributarias que benefician a los grandes capitalistas.
El Banco de la Republica goza de autonomía que salvaguarda al ciudadano su capacidad de compra frente a cualquier gobernante. Hoy está amenazada por ese populismo proclive a la emisión de moneda afín a los índices gini de súper concentración que revelan sus administraciones. El quiebre de esa autonomía se inició con un cohecho en el Congreso para relegir al entonces presidente Uribe. La Corte Suprema condenó por el cohecho a los inmediatamente implicados en él, pero no al beneficiado directo. La abolición de ese “articulito” que prohibía la reelección trastocó la correlación de fuerza entre el ejecutivo y los otros dos poderes: el judicial y el legislativo. Y la nominación mayoritaria de miembros de la junta directiva del Banco central quedará en manos del partido gobernante. Partido, que es una prolongación del ex - caudillo reelecto, tal como lo advierten varios analistas.
Los cacerolazos contra el actual gobierno no se deben solo a su propia incapacidad. Pero si a la prolongación de ese sesgo ideológico y plutocrático ajeno a la trasparencia, a la apertura real de la economía, y al respeto por los derechos humanos. Si bien el actual régimen no ha reincidido en el genocidio signado con el eufemismo de los “falsos positivos” durante el gobierno de su mentor. Lo cierto es que los asesinatos continúan. Muertes que ocurren sobretodo en lugares de conflicto por despojos de tierras. Y en áreas de cultivo de coca para proveer la creciente demanda de los grandes consumidores de Estados Unidos y de Europa.
También se han revivido las chuzadas telefónicas ilegales, el paramilitarismo está en auge, así como las amenazas de ejecutar periodistas, pagadas al parecer por agentes oficiales según denuncias recientes. Los escándalos como los de Odebrecht no han sido esclarecidos. Los contribuyentes deberán pagar un sobrecosto en sus facturas de energía por la dudosa quiebra de Electro Caribe. Las investigaciones contra el grupo financiero cercano al gobierno, acusado de ser responsable de colapsos en obras públicas, no ha sido fallado. Pero la amenaza mayor contra la estabilidad institucional a largo y a corto plazo es la que se cierne contra el Banco Central.
La crisis argentina y venezolana se ha debido en gran medida a la injerencia del ejecutivo en el manejo monetario que emite dinero cuando lo quiere el gobierno. Lo que desata “la moneda ladrona” el alias que el pueblo da a la inflación. Aquí el miedo a la demagogia se debe en parte a esos espejos de la miseria que produce el populismo de izquierda en esos dos países. Pero el caudillismo de derecha se adelantó a socavar ese puntal institucional.