Nadie debe soslayar la gravedad de las realidades que vivimos que son propias de un mundo globalizado en el que resulta imposible escapar a las consecuencias que generan las confrontaciones de poder. La América Latina es hoy el nuevo escenario por el predominio orbital que no habíamos conocido desde la independencia de nuestras naciones, ni siquiera en el curso de las dos guerras mundiales del siglo pasado. El intento de instalar misiles soviéticos en Cuba fue rápidamente conjurado por los Estados Unidos, pero hoy, la presencia de Rusia, China, Irán, Turquía y la Organización terrorista Hezbollah en Venezuela, apoyada por el régimen cubano y aparentemente consentida por el progresismo internacional y los gobiernos continentales con afinidades ideológicas, encarna un desafío de inmensas proporciones para la seguridad y la paz en las Américas, que sin embargo no ha suscitado hasta hoy la estrategia, acciones y respuestas que amerita.
Esa inexplicable inacción ha favorecido iniciativas y acciones que le han permitido a los intrusos y sus aliados avanzar en sus propósitos, fortalecer sus alianzas y potenciar las intimidaciones contra los objetivos cuidadosamente escogidos. Las intervenciones combinan interferencias en procesos electorales con acompañamientos a acciones armadas de limpieza fronterizas y despliegue de tecnologías de inteligencia para conocer capacidades económicas y militares de sus vecinos, como ocurrió recientemente con el sobrevuelo de territorio colombiano por aeronave rusa con violación del permiso concedido. Actitudes inamistosas que se tratan de ocultar con mensajes de amigable convivencia a los Estados Unidos, como el de Raúl Castro en la pantomima de relevo generacional del poder en Cuba, o con la invitación del gobierno español a Maduro para participar en la Cumbre Iberoamericana en Andorra, cantos de sirena para gobiernos y sectores políticos acostumbrados al apaciguamiento del adversario que siempre resulta en la antesala del desastre.
En razón de la vasta experiencia política, al más alto nivel, del presidente Biden, resulta paradójico y a la vez inquietante que el gobierno de los Estados Unidos no haya aún dado muestras de haber percibido las consecuencias del asentamiento con vocación de permanencia en el continente americano de armamento y asesores rusos, chinos, iraníes y terroristas, los mismos que confronta en otros continentes en medio de un conflicto inconcluso por el predominio orbital. El blanco de la intervención es hoy el de los Estados Andinos, y la punta de lanza de la misma es el denominado progresismo que encarna la confrontación cultural y de civilizaciones que tiene por primeras víctimas las libertades de la democracia y de la libre empresa, esenciales a la civilización a la que pertenecemos.
La primera batalla se ganó en el Ecuador contra todo pronóstico. Perú, Chile y principalmente Colombia son los próximos teatros de operación. Es la primera vez que una elección nacional comporta tan significativos alcances y exige tanto discernimiento y responsabilidad. En el mundo que asoma debemos procurar por el ascenso de los valores que encarnamos y que responden a la condición de nuevo mundo que aún ostentamos. Ojalá estemos a la altura del destino que procuramos.