Las elecciones que tendremos este año no pueden abordarse y desarrollarse con las mismas características de las que hemos vivido en el pasado. Si bien persisten los desafíos a la seguridad ciudadana, la amenaza cierta y actual del cambio climático y la enconada relación que ha venido apoderándose de los líderes y organizaciones políticas, no es menos cierto que en el mundo se debaten nuevas formulaciones culturales e ideológicas que por su naturaleza impregnan cualquier debate electoral en la actualidad.
Los retos que plantean los efectos de la pandemia que no cesa, han generado nuevos desafíos para todos los Estados. La globalización ha menguado el ejercicio de las soberanías nacionales y potenciado el papel de los organismos internacionales que de la mano de sus burocracias afinan e intentan imponer los nuevos parámetros ideológicos y culturales diseñados a su antojo. Ello impacta los certámenes electorales porque cada nación termina siendo parte de un engranaje que le puede ser extraño, pero determinante para la consolidación de la nueva arquitectura política e ideológica.
Al iniciarse el tramo final de las elecciones en Colombia todo indica que Petro es el que mejor comprensión tiene del escenario. Se convirtió sin dificultad en el vocero del “progresismo” en su extrema versión, que pretende poner fin al capitalismo y a la democracia, pilares de un sistema cuya deconstrucción se considera necesaria para el advenimiento de los nuevos tiempos. Goza del apoyo del ala radical de la internacional socialista y de muchos de los foros y grupos adscritos a ella, y de la solidaridad de las burocracias militantes de los organismos internacionales que le confieren inmunidad judicial y por supuesto impunidad. No esconde sus metas y descalifica con insultos y menosprecio a sus contenderos, a quienes termina intimidando acusándolos de provocar y ejercer indebida polarización de la sociedad colombiana y permitiéndose engrosar sus huestes con personajes cuestionados, ignorantes del pobre destino que les espera una vez conquistado el poder.
Las respuestas a Petro han sido unas esquivas y otras erróneas. El Centro Esperanza ha preferido empuñar la linterna de Diógenes para hallar lo que denomina el centro, con el resultado de todos conocido desde la más remota antigüedad. Suma la mayor cantidad de precandidatos y se espera que con el ingreso de Luis Gilberto Murillo e Ingrid Betancourt encuentre un rumbo cierto y un mensaje que le permita conectar con sectores de la ciudadanía y no se distraiga en encuestas previas, cuando se trata de trabajar un conjunto de propuestas por construir, a las que Luis Gilberto Murillo e Ingrid tienen mucho para aportar.
En el Equipo Colombia, Char y Dilian Francisca le restaron validez y futuro a esa coalición y le extendieron una anticipada partida de defunción que paradójicamente abrirá espacios para nuevos entendimientos en la primera vuelta presidencial que le permitan al centro derecha preservar sus opciones de éxito. La intromisión internacional en nuestras elecciones se agravará y abarcará la protección del sistema electoral. ¿Entenderán los colombianos que Petro encarna el peor de los destinos? Las coaliciones deben contribuir a la respuesta.