La guerra es “el reino de lo incierto”, según el gran teórico Clausewitz, como por lo demás lo es la vida misma. En este año Trump ha iniciado una agresión arancelaria contra sus aliados históricos violando los acuerdos de la organización mundial del comercio. Gravó a Canadá, a México, a China y en general a Europa.
Para no tener que consultar esa medida con el Congreso, que se la hubiera negado, alegó urgencia por asunto de defensa nacional. Hasta ahí, cumple con la legalidad interna. Pero no con el libre comercio. En ese escenario de lo incierto, tenemos algo cierto: Estados Unidos perderá varias de las demandas interpuestas ante la Organización Mundial del Comercio, y tendrá que pagarlas. Así quiera salirse ya mismo de ese acuerdo (lo que es improbable), pagará los daños causados que son cuantiosos.
El efecto político inmediato ha sido el posicionamiento de China con la Unión Europea. Esta misma semana entran en efecto las nuevas rebajas arancelarias para sus productos.
Algunos comentaristas afirman que en esta confrontación saldrá perdiendo China por cuanto USA les compra más de lo que les vende y que solo hay que saber restar. Vale decir aplican la lógica de Gauss, en el reino de la incertidumbre en donde esa campana no suena.
Un imperio se forja, en últimas, con alianzas. China ha fortificado las suyas, mientras USA está debilitando las propias. Los nenés latinoamericanos enjaulados como animales aturden a Internet. Con ese imborrable símbolo han perdido la bandera de respeto a los derechos humanos, Trump es poderoso, no respetable.
Fuera de la pérdida de prestigio, que no es poca cosa, tendrá problemas de inflación debido a los aranceles. Y mientras el gobierno de Washington afecta menos del 10% de la voluminosa economía China, ésta si perjudica a más del 20% de la estadounidense en una guerra arancelaria declarada. De otra parte, la sutileza china es digna de estudio: atacó el talón de Aquiles de Trump. Subió, como de pasada, los aranceles a los productos claves de los estados en donde él ganó las elecciones. Gravaron la soya, la carne de cerdo (son grandes exportadores mundiales) a los componentes de partes de automóviles, frutas frescas y frutas secas, aluminio reciclado, y vinos. En total 128 productos sopesados con paciencia oriental para producir, en ese reino incierto de la política, el mayor efecto devastador posible. Y ese pagaré tiene término fijo: las elecciones parlamentarias de noviembre en Estados Unidos.
Las medidas no arancelarias de esta guerra son aún más complejas. China es la mayor tenedora feliz de los bonos de la deuda pública estadounidense ¿quién le impide ponerlos a la venta, cuando se le antoje? Y eso sin mencionar el enfrentamiento con Corea del Norte, el mayor aliado y vecino de China, que deparará otro probable chasco al enjaulador de bebés.
En suma, la incertidumbre del fractal, lo inesperado del cisne negro y no la mediocre campana de Gauss, es la que manda la parada.