Historia repetida
“La visita presidencial a Japón debe significar resultados”
LA visita oficial de Colombia a Japón y Corea, encabezada por el presidente Santos, centra en buena parte una expectativa más de la economía nacional en permanente correría por los principales mercados internacionales buscando futuro.
Así como los dos países en mención son puntos neurálgicos del mundo en ingeniería y comercio exterior, también han cargado con la culpa de ser de tiempo atrás presuntos focos de contrabando hacia países latinoamericanos. Hace pocos años se aclaró que ese comercio fraudulento corresponde a redes internacionales que falsifican productos, muchas veces desde buques en alta mar, utilizando etiquetas de Japón y Corea.
Al igual que muchos escándalos alrededor de la economía, hace 40 años fueron muchas las páginas informativas que se saturaron con denuncias desde la Costa del Pacífico por la presencia de barcos pesqueros japoneses en aguas colombianas. Quizá así nació un cierto clima de desconfianza en cuanto a acuerdos y negocios con los países asiáticos.
Decenas de veces, Japón, a través de su agencia exterior JICA, ha ofrecido construir autopistas para ingreso y salida de Bogotá; inclusive, hizo un estudio vial sobre el Distrito Capital. En el mismo manual de ofertas están propuestas desde 1967 para la construcción del Metro mediante concesión, y en 2005 propuso Tren de Cercanías por una amplia zona de Cundinamarca y Boyacá.
El intercambio de visitas oficiales ha sido frecuente entre los dos países, tanto como el abrir y cerrar del portafolio de proyectos de obras de infraestructura reclamadas por la economía nacional y la vida de ciudades portuarias en el Pacífico, a las que siempre se les ha prometido que están próximos a llegar los países asiáticos, con todo y su cargamento.
Tumaco y Buenaventura, puertas naturales para este acercamiento, han esperado durante décadas ese comercio de exportación e importación.
Si la intención es establecer un acuerdo que se comprometa a garantizar protección a las inversiones estatales y privadas de Japón en Colombia, se espera también que no sean sólo en industria manufacturera, sino en desarrollo portuario y urbanístico de ciudades de la Costa del Pacífico.
Tampoco pueden quedar de lado inversiones en transporte urbano, porque son generadores de empleo. Observadores acuciosos dicen que estas obras no se hicieron porque en los contratos no se ofrecían buenas “comisiones subterráneas”. Ahora sólo se espera decisión y negociación a la luz del día, sin más debates a lo debatido, como el proyecto Metro de Bogotá.
La costosa visita presidencial al Japón, con recursos de la Nación, debe significar resultados prácticos, y pronto; de lo contrario, será una historia repetida, para imaginar los ‘tigres asiáticos’.