Los resultados de la primera vuelta confirmaron el decaimiento de los partidos y evidenciaron el claro castigo a las prácticas que condujeron a esa hecatombe, y marcaron un cambio de escenario previsible pero ignorado por los liderazgos partidistas. Las adhesiones de unos y otros a las dos candidaturas que disputarán el poder el 17 de junio tuvieron un rasgo melancólico porque no logran alterar la relación de fuerzas entre las partes en contienda: Son cascarones vacíos huérfanos de militantes que ya habían decidido acompañar a Duque o a Petro en la primera vuelta. Nos encontramos en el umbral de la modernidad en asuntos políticos que exige libertad y reflexión de los ciudadanos, y partidos que ofrezcan ideologías y programas que estimulen y justifiquen las adhesiones.
Las campañas hasta el 17 de junio girarán en torno a la conquista del voto del nuevo elector, mayoritariamente joven, educado, que avizora una sociedad más emprendedora y capaz de ofrecer estabilidad, seguridad, respeto de los derechos y satisfacción de sus anhelos. Tiene los ojos puestos en los cambios que hay que realizar para no repetir lo irrepetible del pasado. Está atento a las propuestas de sociedad de los dos candidatos porque no piensa feriar su futuro en la réplica de sistemas que han fracasado o en aventuras populistas que llaman a la destrucción de los valores y pilares de una sociedad democrática. Serán ellos los que aportarán los votos que harán la diferencia y que abrirán la puerta para que una nueva generación asuma responsabilidades en la construcción de la sociedad colombiana.
Habrá que escoger entre dos propuestas de sociedad.
La de Petro que replica un sistema social y económico fracasado a lo largo del siglo 20 y cuyas expresiones en el siglo 21 solo han logrado prolongar el hambre y represión de las poblaciones que lo padecen. Una mirada a Nicaragua, El Salvador, Cuba, Bolivia o Venezuela permite entender que la estatización de la vida y de la economía siempre deriva en la abolición de la propiedad privada y en la interdicción de la iniciativa privada como motores de emprendimiento y prosperidad. Sustituye las instituciones democráticas porque necesita para subsistir reducir al ciudadano y a la sociedad al menor denominador común individual y colectivo, que ellos califican de igualitario y libertario.
La de Duque busca consolidar una sociedad democrática que alcance mayores índices de prosperidad, que garantice orden y seguridad para el desenvolvimiento de cada ciudadano. Lo acompañará una nueva generación que asumirá sus responsabilidades con el país y fortalecerá sus instituciones para el desenvolvimiento del país en el marco de las sociedades democráticas que procuran la prosperidad en el marco internacional que hoy prevalece.