La artillería desplegada por la izquierda contra el posible nombramiento del profesor Darío Acevedo Carmona para ocupar la dirección del Centro de Memoria Histórica, revela una vez más la desatinada postura de esa corriente política de creerse los dueños e intérpretes de la verdad histórica y de todo lo que atañe a la defensa, promoción y respeto de los derechos humanos. Resulta una apropiación indebida, cuando menos, como lo indica el comportamiento de la inmensa mayoría de los gobiernos de izquierda desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Las dictaduras del proletariado en la Unión Soviética, la China y sus imitadores en la Europa Oriental, Asia y África, se convirtieron en los más crueles depredadores de los derechos fundamentales del ser humano. En América, los hermanos Castro, Daniel Ortega y el castrochavismo que hoy padece Venezuela, así como las guerrillas y organizaciones terroristas que se reclaman de su credo ideológico, desataron una orgía de crímenes que aún esperan castigo y que sirvieron de ejemplo a las organizaciones que con pretensiones de derrotarlas, se apropiaron de sus métodos. Entre todos lograron enseñorear el terror y la muerte.
Ningún partido o credo político es dueño de la verdad histórica. Verdad y derechos son patrimonio del ser humano y su defensa y formulación debe lograrse sin imposiciones ideológicas o apropiaciones indebidas, para no convertirlas en instrumentos de discriminación y descalificación del adversario político.
La izquierda colombiana no acepta esa evidencia. Disminuida en el campo de batalla se refugió en la negociación de La Habana para evitar su extinción y salió victoriosa gracias a un acuerdo en el que las concesiones del gobierno superaron todas sus esperanzas. Sus designios van más allá de haber evitado la capitulación de sus ejércitos. Pretenden imponer su narrativa histórica del conflicto y, no contentos con el manejo de la JEP y de la Comisión de la Verdad, buscan el control del Centro de Memoria Histórica.
Pretenden establecer una verdad única, incontrovertible, que se imponga a la conciencia de los colombianos y eleve sus crueldades a la categoría de rebelión justa contra un régimen presentado como oprobioso, clasista y violador de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Por ello rechazarán cualquier nombramiento que no recaiga en fiel servidor de su credo y objetivos políticos. Las descalificaciones tendrán siempre fundamento en la libertad de pensar diferente, de tener criterios y reflexiones que no se acomoden a la verdad que se quiere imponer, de debatir las ideas para hallar consensos y abrir nuevas realidades que permitan nuevas orientaciones y mayores claridades para sociedades en procesos de cambios continuos. Esa libertad de pensar es la que encarna el profesor Darío Acevedo Carmona.