Al terminar la guerra con las Farc, el Estado colombiano abre el abanico para que exista una oposición en serio y partidos políticos diametralmente diferentes a la ideología republicana que con matices ha alternado por tradición el gobierno. Hay en la izquierda criolla dos vertientes que si bien se alían, tienen concepciones diversas. Una de ellas, como es evidente, admira el populismo tipo Chávez. Y la otra prefiere una suerte de social democracia como la que se ve en Uruguay y en Chile.
La diferencia no es pequeña ya que parte de una concepción del Estado. En el caso uruguayo se ha preservado la democracia representativa, se ha buscado mitigar la ultra concentración del capital en pocas manos vía la intervención del gobierno, se respeta la libertad de expresión aun cuando los medios estén también concentrados en manos privadas. Y no hay coacción abusiva contra la oposición. Sus énfasis son la educación y la salud pública. Logran así que en las elecciones los sectores industriales y comerciales en ocasiones los apoyen. Y una conciencia clara en cuanto a establecer reglas de juego trasparente para el inversor, a sabiendas de que nada es más cobarde que un dólar que huye ante el primer atisbo de expropiación.
En esas condiciones los gobiernos de izquierda democrática, errados o no, entregan a su sucesor sea quien sea, el gobierno. Sin intentar amarrarse en él. Si pierden se someten al engranaje democrático y vuelven a las plazas y veredas a presentar sus tesis. Tienen, pues, una visión a largo plazo, de varias generaciones, ajeno por completo a las fanfarronadas del “Ahora o nunca”. Su respaldo internacional es la social democracia tipo europeo sin perder su arraigo popular criollo. El político que mejor los representa es José Mujica, Pepe como le dicen con cariño sus coterráneos. Un viejo sabio y sufrido lleno de sentido común y sin pedantería de la cual decía Unamuno “el pedante es un imbécil adulterado por el estudio”.
Quisiera hacer notar que cautivó a Medellín en su reciente visita, y que varios miembros del secretariado de las Farc lo elogiaron y reiteraron lo que el expuso. Y ese es el asunto, pues es bien sabido que Pepe considera que el dictador Maduro está “loco como una cabra”. Y que el ex canciller de Pepe, el actual secretario de la OEA, hace lo posible por librar a Venezuela de esa anomalía. Sin embargo existe otro sector de izquierda que ve en ese proyecto una solución.