Las coyunturas actuales son intensas: van desde las trampas para imponer curules para las Farc -con la falsa promesa de que serán para las víctimas-; la crisis económica que nos agobia con la baja de la calificación del crédito nacional -a punto de perder el grado de inversión-; la caída de la industria y la crisis en el sector comercio, lo que falta de los escándalos de Odebrecht… y la ilusión que representan las próximas elecciones presidenciales, donde ya destaca nuestro candidato Iván Duque. En vísperas de Navidad hay en nuestro país tanta convulsión y caos que es difícil dejar de lado las preocupaciones para recibir el silencio y la reflexión que debiera sugerirnos el nacimiento de Dios en un pesebre.
Silencio por el respeto a la humildad, la austeridad y la gloria; reflexión pues no es fácil comprender la encarnación de Dios en la humanidad fatigada y convulsa. El silencio ha de permitirnos distancia sobre nuestras propias ideas para repasarlas y criticarlas. Las reflexiones que nos deja Dios van siempre más allá de nuestra individualidad y nos convocan hacia el otro, lo justo, lo bueno, lo sublime.
La Navidad debe suspender un momento el discurrir constante de nuestras dificultades y esperanzas, con su pausa, debe dejarnos apreciar lo cercano: la familia. Todos coincidimos en la importancia de la familia, del amor a los hijos y a los padres. Sin embargo, los altos índices de violencia intrafamiliar, de abuso sexual de menores en el seno familiar, del feminicidio, del embarazo adolescente… son la realidad de la familia colombiana. Estamos ante un drama, frente al cual la política pública es insuficiente, y la acción estatal inocua.
Hay ejemplos inspiradores que renuevan la fe en la sociedad y que demuestran que sí es posible hacer cosas que cambian la realidad para unos, y que son el inicio de las transformaciones definitivas. Catalina Escobar, con su fundación Juan Felipe Gómez Escobar, es una de ellas. Su fuerza interior y su determinación se trasmiten tan pronto empieza hablar. Los ojos azules llenos de ganas, y las manos largas le ayudan a enfatizar que Colombia no puede seguir de espaldas ante la realidad del embarazo adolecente que le quita oportunidades a esas niñas, que antes de los 20 años habrán tenido dos hijos más; que le cuesta al país billones y que está ligado del abandono, la falta de familias fuertes, al machismo, a la prostitución infantil y a la carencia de oportunidades, de la violencia. Catalina, en esta Navidad, es una lección de vocación y de servicio. Inteligente y amorosa, está señalando lo que importa: bebés que no se mueran, niñas que tengan oportunidad de ser niñas y de ser mujeres productivas a su debido tiempo.
La Virgen y San José deambulando hasta llegar al pesebre nos de la certeza de que toda búsqueda siempre encuentra. Ojalá el pesebre, iluminado por la estrella, nos ayude a alumbrar las familias, tan agobiadas hoy en Colombia, y los ojos abiertos del Niño Dios abran tambien a nuestros corazones para hacer de esta Patria, una más justa. Feliz Navidad para todos.