La nueva era | El Nuevo Siglo
Lunes, 17 de Septiembre de 2018

La edad de la lectura bien puede estar en extinción, aunque aún crezca la industria editorial. La edad de piedra pasó sin que desaparecieran las piedras. La actual está acabando con la sintaxis sin la cual los contenidos comienzan a no tener sentido. Y que solo desentrañan los iniciados en pequeños conjuntos humanos como puede ser una oficina, pero resultan virtualmente ininteligibles para extraños. La responsabilidad de eso no se debe al grandioso invento de la Internet por no mencionar los buscadores que son hoy indispensables para cualquier investigador. Con humor salió en Facebook, un hallazgo de una supuesta Sociedad de Filosofía Aplicada: “¿Recordáis cuando se creía (antes de Internet) que la causa de la estupidez colectiva era la falta de información? Pues no era eso.”

Presencie una rara pataleta de un apacible nene de tres años, los padres le habían quitado el iPhone con dibujos animados. Ellos quedaron atónitos. Es decir, el sistema digital está haciendo un experimento a escala mundial sobre el cerebro humano sin el control mínimo que se exige para el más modesto experimento cualquiera en un laboratorio.

Hay una adicción que es evidente para quien haya nacido en la época del teléfono fijo.

Parte del equipo del fundador de Facebook han denunciado ese grave peligro y han creado una fundación que devela el modo como esa adicción se diseña adrede.

El estudio de la Historia qué, como la literatura es una disciplina asociativa, esta relegada a un cuarto lugar, o ha quedado reducida a una mera disciplina especializada. Si a eso se une la degeneración de la escritura en una grafía grupal etnocentrica, la reducción del horizonte es una amenaza real surgida de una paradojal técnica universal que nos abarca a casi todos.

En vano se pretende sustituir la historia (con su reflexión crítica), por imágenes superpuestas que suelen dar saltos de décadas en microsegundos. Como profesor lo intenté. Los alumnos complacidos. Luego en la clase notamos que en realidad se les había escapado el asunto. Las imágenes carecen de perfiles definitorios, los sistemas causales quedan rotos, los sujetos se desvanecen o se inflan, los procesos se difuminan o se bifurcan. Lo no reducible a imagen se omite o se tergiversa. Y estamos en una época visual, en la cual la fluidez verbal es cada vez más rara entre las nuevas generaciones que, la verdad, casi no saben hablar por falta de práctica.

La historia nacional y la continental casi se desconocen. La universal en puridad no ha existido y de existir, sobrepasa la memoria individual. Ahora por fortuna cargamos un fabuloso cerebro no somático adicional, que exige del usuario estar en condiciones de seguir ese hilo de información en expansión. La cultura general entra en crisis, así como las artes asociativas. Seguimos teniendo los instintos de los primates, pero sin tener ya su territorio vital, espacial, olfativo. Expuestos a toda la propaganda, la manipulación emotiva, la paradojal masificación individual. Adictos al ciber espacio.