“Masificación ovejuna en la red”
La segunda guerra mundial se ganó contra los nazis, gracias entre otras a él.
Con su equipo de criptógrafos fue pionero de la inteligencia artificial. Descifró el secreto código nazi. Las órdenes de guerra del estado mayor alemán le llegaban, gracias a eso, a Churchill simultáneamente. Tras la guerra, cuando antiguos altos mandos alemanes detenidos se enteraron, consideraron que eso sin duda había sido decisivo en su derrota.
Concluida la guerra, Inglaterra recompensó a Turing como suelen hacerlo algunos estados. Lo hizo castrar al haber reconocido él, ingenuamente, su homosexualidad. Se suicidó con cianuro. No al modo criollo del suicida que no se lo toma, pero lo deja servido de herencia para que lo beba el resto de la familia que no simpatiza con el Fiscal del país. En cambio, Turing menos “calculador”, untó de cianuro una manzana y la mordió. Sin duda, el lector ha visto ese símbolo en la imagen de la manzana mordida de la marca Apple.
Décadas más tarde, la reina de Inglaterra levantó el proceso contra ese silencioso y silenciado héroe, con lo cual el mundo debe quedar satisfecho para siempre por ese acto inusual de magnanimidad…
La parábola vital de Turing permea la conciencia de los jóvenes de la era digital de la que él es un profeta.
Hay hoy un empoderamiento del individuo, de su capacidad de influir en la sociedad, como no ha existido antes. Es la paradojal réplica a la masificación ovejuna de la red.
Ya intentar gobernar en secreto es mucho más difícil. Las filmaciones instantáneas de lo que ocurre en las oficinas y en las calles están en las redes. Las constatan millones de ojos y oídos. Las andanzas de los servicios secretos, son reveladas por conciencias altivas como la de Snowden o Assange (también acosado en Londres). Se sacrifican por develar la verdad así les hagan la vida un infierno. Ellos también son por supuesto verdaderos símbolos de la subversión, no del poder, pero sí de la forma como se usa el poder. Esa lucha, esa forma de resistencia, ha pasado de las calles a la realidad virtual. Influye en elecciones como la de Estados Unidos. Supone una guerra poco visible pero bien tangible entre las naciones, las marcas, los nombres y renombres. Acompaña y a veces sobre determina el engranaje social.
La generación milenial estima que 52% de los trabajadores serán sustituidos por robots con algoritmos prodigiosos. Ven un peligro real. Es falacia que esa magnitud será absorbida con “capacitación” como lo fue en la era industrial. Ningún campeón mundial de ajedrez derrota ya a la inteligencia artificial, valga esa analogía con otros oficios.
La resistencia en las redes será clave para defendernos de un engranaje codicioso basado en reducir costos y optimizar ganancias.
Las nuevas generaciones están en esa encrucijada. Y algunos gobiernos lúcidos (Canadá, Finlandia, Alemania) saben que se encuentran ante ella ya, ahora, y que ese dilema se acentuará en la próxima década.