Pobre espectáculo el del Presidente frente a la prepotencia del ELN que no solamente le notificó la no renovación del cese al fuego pactado, sino que simultáneamente al vencimiento del mismo realiza ataques terroristas contra la infraestructura petrolera en Boyacá y Casanare y Arauca, contra bases militares y policiales, asesinando a varios soldados. Acciones ofensivas que denotan que los elenos entienden perfectamente que el despliegue de violencia doblega el espíritu del gobernante y lo torna generoso en concesiones cercanas a la capitulación.
Mientras el Gobierno deplora los crímenes del ELN, la delegación guerrillera lo conmina a solucionar la crisis en términos amenazantes: “esperaremos una pronta respuesta del Gobierno para solucionar la crisis, si no hay una pronta respuesta, la delegación del Eln se retiraría.” Y así empieza a repetirse la película de La Habana: una guerrilla criminal insolente, imperativa y terrorista frente a un gobierno timorato, sin brújula y acondicionado para tejer un rosario de concesiones. Por ello, no sorprende el candidato presidencial liberal, y tras de él todos los voceros de la izquierda colombiana, recomendando al Gobierno “no desanimarse y seguir con los diálogos que son el mejor camino para la paz”. Nuevamente se enrumban hacia la capitulación.
A esa situación teníamos que llegar más temprano que tarde. El ejemplo de la paz con las Farc no dejaba mucho espacio para el optimismo porque constituye ejemplo a seguir para una organización terrorista más díscola, menos jerarquizada, pero hoy empoderada por el narcotráfico, animada por toda clase de organizaciones sociales de las izquierdas nacionales e internacionales y consciente de la impunidad y riqueza con las que premiarán su reincorporación a la sociedad, si llegase a la presidencia un candidato del centro y de la izquierda del espectro político colombiano. Los anima la certeza de que sus logros y conquistas serán iguales o superiores a las dispensadas a las Farc, y saben que jefe negociador del Gobierno que se atreva a pronunciar, aunque sea un tímido no, será sustituido por quien, obsecuente, seguirá los lineamientos de esa delegación oficial paralela que integran el expresidente Samper y el senador Iván Cepeda, Además, ni la sombra de un plebiscito los atemoriza porque se ha cancelado toda licencia que le permita al ciudadano escoger la paz y el futuro que anhela.
Persiguen un cese al fuego a su medida, con todas la libertades delincuenciales que ello supone, pero de “más aliento,” que implique “un debate a la política petrolera, para determinar si le ha servido o no al país.” Palabras de vencedor que pretenden anticipar el futuro y anuncian una nueva rendición de un mandatario que olvidó que fue elegido para alcanzar la victoria. Qué triste desencanto.