Haití y Angola muestran la concentración más alta de la riqueza entre 187 países comparados. La medalla de bronce quedaba para Colombia, pero en los últimos años Venezuela nos ha desplazado. Allá ha aumentado el número de pobres en la base de la pirámide social en los últimos años. Supera por mucho a la Argentina y a nuestro país en la cifra de pobreza. Y la concentración del índice llamado Gini ha crecido a favor de la cúpula de los llamados boli-burgueses.
Según el estudio, que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Colombia ocupa el puesto 87 en el escalafón de desarrollo humano, entre 187 países pero, al ajustar esa clasificación teniendo en cuenta la desigualdad, pierde 24 puestos. El indicador tiene en cuenta factores como la expectativa de vida, la educación y la calidad de vida en términos del ingreso, dentro de una medida de bienestar establecida por el PNUD desde hace 21 años.
Si bien el gobierno argentino de la época de los Kirchner opacaba o tergiversaba las cifras, en cambio el de Venezuela se niega a suministrarlas simple y llanamente. Esto se le facilita por cuanto ya no necesita una contabilidad clara y trasparente a la que le obligaba las relaciones con los órganos de control de datos de las agencias económicas internacionales. Pero hay formas de medir el deterioro en alimentación, salud, seguridad, que no puede ocultar el régimen. Y que los organismos y los investigadores captan y tabulan. Algunos calculan que en lo que lleva este siglo, Venezuela ha retrocedido unos treinta años respecto a sus vecinos. Por supuesto esos cálculos son conjeturales. Pero sus efectos en cambio son muy reales y afectan de un modo perverso a millones de personas.
En el pasado millones de colombianos y miles de centroamericanos habían emigrado allá. Tenían ingresos mucho más altos que el promedio de países hispanoamericanos. Y las cifras que manejaban los medidores mundiales así lo señalaban. Fue un lugar de refugio, una atracción para los países vecinos. Y eso no se discute. Pero llegaban poco a poco y no en oleados súbitas de millones. El actual gobierno de Venezuela se basa en esas cifras de ayer y en esos análisis para exigir reciprocidad. Y el pueblo venezolano merece esa reciprocidad. Pero el referente medidor no puede ahora cambiar. No pueden citar las mismas fuentes con distinta fecha y aceptar solo las cifras de ayer y a renglón seguido negar la veracidad de las de ahora. Y estas muestran la involución de Venezuela. La pauperización de un pueblo al cual se le había prometido un socialismo próspero. La huida hacia la frontera de millones de personas en la indigencia, enfermas de endemias que se creían extirpadas.
Señalar a Estados Unidos como único creador de esa crisis, no explica cómo países con gobiernos socialistas en Uruguay y Chile, han mantenido la democracia y manejado la economía con sensatez. Sin convertirse en un Haití.