Vicepresidente o Copresidente
La persona señalada por la Constitución para reemplazar al Presidente de la República, hoy el Vicepresidente, antes el Designado, ha sido mantenida, en casi todos los países, en un plano muy secundario cuyas funciones, decía Harry Truman, eran sólo asistir a bodas y funerales. Ningún Jefe de Estado quiere que quien deba sucederlo en caso de falta absoluta o temporal (las ausencias del país no son consideradas tales) tenga demasiado poder y pueda conspirar contra él y así lo han aceptado los redactores de las constituciones. Para lo que realmente lo necesita es para que contribuya a atraerles votos de sectores de la población no muy cercanos como, por ejemplo, estratos étnicos o sociales. Una vez elegidos, los vices pierden casi toda importancia y pueden volverse un lastre. Alguien los comparaba a la segunda etapa de un cohete, que una vez esté en órbita, se desecha para que se queme en la atmósfera.
El compromiso implícito de un vice al aceptar la invitación a la fórmula presidencial es seguir su pauta y no aprovechar el cargo para perseguir fines políticos diferentes a los del gobierno al que pertenece, de lo contrario no debió aceptar, aunque ahora diga que cuando se le ofreció el cargo manifestó su voluntad de expresarse libremente sobre los temas que considerara pertinente (en este caso, Santos debió precisar las reglas de juego). Obviamente que si en un momento dado tuviera diferencias éticas insalvables, la única opción es la renuncia, como fue el caso de Humberto de la Calle.
No es esta la situación en la que se encuentra Angelino Garzón que, con agenda propia, prepara su futuro político y ya, en varias ocasiones, ha salido a criticar las decisiones gubernamentales. Tal vez envalentonado por su triunfo respecto al salario mínimo de este año ha seguido en sus críticas abiertas a todo a lo que no ha dado su aprobación previa. Con toda razón el presidente Santos le recordó que las discusiones se deben desarrollar al interior del gobierno y en última instancia es el Presidente quien decide. Garzón replicó que si le quitaban las funciones encomendadas se iría “con el cargo a la casa pero sin perder el derecho a opinar.” Siguieron conversaciones apresuradas en vísperas de un viaje presidencial, concluidas con un “mensaje de unidad en la diferencia”. Preocupante frase esta que deja prever futuras desavenencias. La posición de Garzón parece no haber variado: se reserva ese derecho a opinar que dice defender “como gato patas arriba” a menos que, previamente, haya dado su asentimiento. ¿Será que en adelante las decisiones importantes del gobierno, al menos en el campo social, deberán obtener previamente el visto bueno del Vicepresidente si no se quiere que este salga a criticarlas públicamente? Si el Presidente se descuida, en lugar de un Vicepresidente vamos en camino a tener un Copresidente.