En Colombia proliferan y tienden a convertir esa actividad en un modus vivendi dinástico.
Cuando alguno de ellos es sancionado, destituido o encarcelado, endosan sus votos clientelares a algún familiar por filiación o matrimonio. Y los partidos más cínicos como los que se auto denominan “Cambio Radical” alegan que no hay delito por parentela y así perpetúan el sistema de parentesco y, el delito. Invierten sumas de dinero electorales superiores a todo lo que la persona electa podrá recibir legalmente durante su mandato, dinero que por simple deducción aritmética solo pueden recuperar y de hecho recuperan con creces vía el cohecho, el peculado y la malversación. Así la nación termina por pagar a esa casta endogámica parasitaria que la explota. Este es el engranaje en el cual se gesta una gran parte del congreso, consejos y asambleas.
La alta abstención manifiesta esa desconfianza social hacia el engranaje. Estructura que sustenta la corrupción en la cual está sumida la política, que remeda la obra satírica de Gogol contra la corrupción zarista, en la que un ministro llama a un empleado deshonesto y le dice: “Señor usted está robando demasiado para un funcionario de su posición.”
Aquí, alias “La gata”, cuyo prontuario familiar comenzó con las Convivir fundadas por Álvaro Uribe, mantiene ahora su influencia electoral a pesar de su precaria detención. Numerosos congresistas temen cada vez que ella declara ante la justicia. Tienen rabo de paja. Y con esa metáfora pasamos a las antípodas éticas, al profesor Mockus, quien como anotan los guasones es el único político que ha mostrado ciertamente y más allá de toda sospecha no tener “rabo de paja”.
Él viene de esa profesión de la que dice la biblia (romana) en el Eclesiástico 24-34, “no he trabajado sólo para mí sino para todos aquellos que buscan la educación”.
Ha sido una suerte de Quijote, con los errores que eso a veces comporta, está ahora en un trance heroico intentando llegar al parlamento con impedimentos en el habla, fruto del mal de Parkinson. Resultan dolorosas sus entrevistas, es notorio que tiene una idea clara pero las palabras se le escapan. Para un profesor nada puede ser más agónico y desesperante. Y esto en contraste con tantas senadoras y senadores gárrulos que con miles de palabras fáciles ocultan su carencia de ideas. El país podría prescindir sin pesar de esas y esos palabreros profesionales. Pero en cambio no logra captar sin dolor ajeno las valiosas ideas casi inexpresadas del profesor Mockus, cuyo sufrimiento es angustioso.
Por su parte, Vargas Lleras basó su movimiento en un (no sonrían) “Cambio Radical”, que se percibe como una cueva de Alibaba. Los principales acusados de delitos de corrupción y paramilitarismo, al fin presos, mantienen el contacto con esa cueva al candidatizar a sus familiares que captan los votos por una suerte de endoso. Y sin proyecto de Estado conocido, las obras de infraestructura que él gerenció tienen la incómoda manía de colapsar.