Los dictadores, huérfanos de respaldo popular y dependientes del apoyo de las armas, deben recordar la máxima de Napoleón: lo único vedado en el uso de la bayonetas es sentarse sobre ellas. Maduro rodeado de sus generales es un gigante con pies de arcilla. Por ello, el régimen chavista en Venezuela tiene los días contados
Los desafíos que confronta son distintos a los que tuvo que enfrentar en el pasado reciente y que logró sortear valido de las fisuras internas de la oposición y del apoyo de gobiernos hemisféricos, emparentados ideológicamente o tributarios de la laxitud en el manejo de los recursos de todos los venezolanos. Hoy, el escenario es diametralmente diferente. La oposición logró aglutinarse bajo el liderazgo de una figura nueva que ha concitado la unidad de una ciudadanía despojada de los temores y amenazas de una represión cruenta y criminal.
Sus aliados en el hemisferio perdieron poder y libertad y los destinatarios de sus pródigos regalos se muestran escépticos ante la dificultad del régimen de mantener la cuantía de sus dadivas. La violación de los derechos humanos y la catástrofe humanitaria que hoy afecta al pueblo venezolano despertaron el rechazo mayoritario de la comunidad internacional y acentuaron el aislamiento y condena del sátrapa y sus conmilitones. El gobierno de Maduro es percibido como una asociación para delinquir y un depredador de libertades y esperanzas. Los apoyos que aún le quedan obedecen al saqueo de los recursos naturales y a la protección que brinda a organizaciones criminales terroristas, y tienen por ello carácter de provisionalidad.
Eso lo hace más débil pero también más peligroso e impredecible. Las agonías de los tiranos siembran tragedias, guerras y hasta genocidios. Maduro alista sus fuerzas paramilitares para la represión interna, al tiempo que refuerza su potencial bélico con el alucinante propósito de provocar un enfrentamiento armado. En ello encuentra eco en la izquierda continental que pretende mostrarlo como víctima del imperialismo estadunidense con la ilusión de internacionalizar un eventual conflicto que aseguraría el statu quo para Maduro y sus secuaces.
Colombia debe tener claro que con Maduro en el poder no habrá paz no solamente por su apoyo y refugio al Eln, sino también por su amenaza latente a la soberanía y e integridad territorial de Colombia. La solidaridad con el retorno de la democracia en Venezuela es asunto prioritario para el gobierno colombiano. Por fortuna, la historia enseña que los dictadores que confían su suerte a las armas suelen terminar abandonados por ellas. Los generales saben que el buen uso de sus armas marca su destino. Eso lo debe entender el general Padrino y sus pares porque de lo contrario no hallarán refugio en la tierra.