Diez años después
“De un solo golpe el terrorismo nos quitaba la ilusion”
TODOS recordamos exactamente donde estábamos y qué hacíamos cuando nos enteramos del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Recuerdo perfectamente la gran desolación y rabia que me invadió. De un solo golpe el terrorismo nos quitaba la ilusión en el nuevo siglo.
Nadie olvida las fechas que han marcado la Historia y que a uno le ha tocado vivir. Recuerdo el momento en que oí, siendo muy niña, que en Dallas habían disparado contra el presidente John F. Kennedy y que este agonizaba. Recuerdo las imágenes de la televisión en blanco y negro repitiendo la escena hasta el cansancio, la tristeza del rostro de Jacqueline y su vestido manchado con la sangre de su marido, la conmoción de la gente en las calles y la actitud de preocupación de mis padres ante tal noticia.
Para aquellos que estuvieron presentes en alguna de estas tragedias estas memorias son mucho más intensas e imborrables. Ese es el caso de Lauren Manning, quien milagrosamente sobrevivió el ataque a las Torres, después de haber soportado quemaduras de gravedad en 82% de su cuerpo. Hoy, 10 años después, con sus brazos y la mayor parte de su cuerpo cubierto por dolorosas cicatrices, con los dedos de su mano derecha, con la cual se cubrió cara, carentes de algunas falanges, esta mujer agradece estar viva y es un ejemplo de superación.
Ella nos cuenta su historia en el libro Inmensurable Valor. Es la historia de alguien que no quiso dejarse vencer por el horrendo sufrimiento causado por sus quemaduras y su lucha constante para recuperar una vida normal.
En el atentado de septiembre 11, la violencia de fuego fue tal, que fueron pocos los sobrevivientes de quemaduras. La mayor parte de las personas murieron incineradas. Los que escaparon del fuego, lograron salir cubiertos de cenizas, pero relativamente ilesos. Solo unos pocos que fueron rescatados de los escombros, como Lauren, sobrevivieron a sus quemaduras.
Ella se hallaba en el lobby de una de las Torres, a punto de tomar un elevador para subir al piso 106, donde se encontraba su oficina. Cuando el elevador abrió sus puertas una bola de fuego salió de él y abrasó a todos los allí presentes. Ella recuerda ver antorchas humanas a todo su alrededor. No sabe cómo salió del edificio; solo recuerda que un hombre se quitó su chaqueta y con ella apagó el fuego que la consumía. Recuerda estar tendida en el piso, consumida por el dolor, observando la conmoción que la rodeaba y cómo los equipos de salvamento parecían ignorarla, dándola por muerta.
Este siglo fue bautizado por ese trágico día. En esas horas se marcó la historia de un siglo que habíamos pensado, quizás ilusamente, sería el comienzo de una aldea global respetuosa de los derechos humanos y la convivencia basada en la aceptación de las diferencias.
Diez años después es claro que la Paz elude a la humanidad. Desgraciadamente, la memoria de estos actos atroces no impide a la humanidad repetirlos; al contrario, el deseo de venganza destruye la sensatez de los hombres. Solo nos queda sobreponernos y continuar como lo ha hecho Lauren.