MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Septiembre de 2011

Un país rico

“Cifras son de un tamaño tal que no caben en la cabeza” 

“Un  país rico es un país sin corrupción”; este lema de “los Indignados” es uno de sus más importantes y ojalá abra los ojos al Gobierno español y a todos los gobiernos que sufren de esta lacra. Bien podría este grito de los jóvenes españoles ser el lema de las sociedades actuales, muchas de las cuales ven sus cofres defraudados, sus planes de desarrollo aplazados, o inconclusos por el robo, o mal manejo del dinero del erario.

¿Cuántas carreteras, puentes, escuelas, hospitales no se han terminado de construir o han costado sumas inmensamente superiores a su costo real por la corrupción y derroche de los dineros destinados para su realización? ¿Cuántas medicinas han sido alteradas, cuantos subsidios familiares o agrícola, cuántas ayudas a damnificados de catástrofes, como las recientes inundaciones en Colombia, se han quedado en los bolsillos de empleados públicos o contratistas inescrupulosos, utilicemos una palabra más real, “ladrones”?

La corrupción se ha convertido en nuestros países en una epidemia que amenaza la salud de las democracias. El enriquecimiento rápido, la falta de escrúpulos y de castigos duros y vergonzantes hace que robarle al Gobierno sea atractivo y muy lucrativo. La mayoría de estos ladrones, por su posición política y su poder, queda sin castigo.

Se requiere mucho coraje para enfrentar la corrupción. Los que lo hacen ponen en peligro muchas veces hasta su propia vida. Los dineros robados dan para pagar muchas cosas, entre ellas a un asesino que acabe con quien tenga la valentía de enfrentar al ladrón, cosa que ha sucedido.

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil y sucesora del popular Inácio Lula da Silva, ha enfrentado enérgicamente la corrupción en su gobierno, lo que su antecesor se negó a hacer. En ocho meses ha echado a cuatro de sus ministros, algunos de ellos muy poderosos, por su involucramiento en escándalos de corrupción. Si el pueblo no la respalda, esta valiente actitud le costará caro políticamente a la Presidenta.

Hoy en Colombia hay tantas investigaciones abiertas en contra de empleados, o antiguos empleados públicos, comenzando por ministros, gobernadores y alcaldes, que es difícil seguir la pista de cada caso. Las cifras involucradas son de un tamaño tal, que, verdaderamente, no le caben a uno en la cabeza.

Muchos aseguran que gran parte de la crisis griega, la cual tiene en jaque la salud económica de la Unión Europea, se debe, no sólo al mal manejo que se le dio al dinero, sino a la corrupción que permeó todos sus estamentos del Gobierno.

En Miami acaban de destituir al Jefe de Policía, quien llevaba 37 años en su puesto, en medio de acusaciones de corrupción de un lado y otro. ¿Quién miente, quién dice la verdad? Tanto enredo es prueba clara de la corrupción que ronda la ciudad.

Aquí y allá unos pocos sinvergüenzas se quedan con la plata del Gobierno. La corrupción es un crimen de lesa humanidad porque va directamente contra el pueblo. Puede costarle la salud, la alimentación, su bienestar general, la vida misma y como tal debe ser castigada.