La Policía es una institución fundamental para la seguridad y convivencia en el Estado Social de Derecho. La Constitución así lo contempla al considerar que “su fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.” Su existencia es imprescindible y su accionar exige el estricto apego y respeto a los derechos fundamentales y de los valores que sustentan el régimen democrático.
El martes pasado. el presidente de la República y su ministro de Defensa dieron a conocer la identidad del nuevo director de la institución y del equipo de mando que lo acompañará, decisión esperada que pone fin a una situación indeseada que requería pronta y atinada superación. Acertó el Gobierno con la designación del Mayor General Jorge Luis Vargas Valencia en la dirección de la Policía Nacional, porque se trata del alto mando con mayor experiencia y reconocimiento en el ejercicio profesional, a lo largo de sus tareas y servicios a la institución y al país.
Ciertamente le espera al general Vargas una ardua labor, sembrada de obstáculos, de imprevistos y de incomprensiones, que tienen mucho que ver con la errática creencia de que al cuerpo policial le corresponde asumir tareas que no hacen parte de su misión y que las diversas autoridades se rehúsan a cumplir. Esas atribuciones de apagar incendios desconocen la naturaleza de la Policía y violentan la vocación que anima a cada uno de sus efectivos y que constituye la mejor garantía para su buen desempeño.
El combate a toda forma de delincuencia exige esfuerzos sin pausa en planeación estratégica, formación permanente, reclutamiento selectivo y progresivo, actualizaciones de doctrinas y protocolos, progresos en los controles disciplinarios y penales transparentes y un régimen sancionatorio con carácter correctivo, acciones que a lo largo de los últimos 25 años se han fortalecido, pero que por su naturaleza requieren atención permanente y la disposición de los gobiernos para su necesaria financiación y ejecución.
En Colombia se ha logrado, en medio de escenarios y situaciones complejas, construir un cuerpo policial profesional, de elevados quilates y reconocimiento internacional, que debemos celosamente cuidar para potenciarlo en su carácter garantista de derechos y libertades y en aprecio y confianza de la ciudadanía. No será fácil blindarlo contra la violencia y corrupción con las que las organizaciones criminales quieren someterlo, ni será despreciable la intención política de algunos de infiltrarlo o demeritarlo, y menos aún la agresión planificada y sistemática que se observa en el mundo en contra de las organizaciones policiales, pero estamos en el camino correcto. Nuestra Policía es la única institución presente en todo el territorio y la mejor herramienta para incentivar y asegurar la presencia del Estado en toda la geografía colombiana.
El general Vargas y la nueva línea de mando tienen el mandato de fortalecer la seguridad y convivencia ciudadanas y de acompañar el mantenimiento de la seguridad nacional. Merecen todo nuestro apoyo