El deseo de feliz año para nuestros industriales y empresarios nunca llegó. La cifra de crecimiento económico del 2017 difícilmente va a superar un pobre 1.8%, la inflación finalizó el año por encima de la meta del Banco de la República y además bajó nuestra calificación de riesgo. La capacidad adquisitiva de los hogares se vio golpeada por el IVA del 19%, la confianza del consumidor lleva en terreno negativo casi dos años, y con el irrisorio incremento del salario mínimo, de apenas 5.9%, es imposible la reactivación del consumo interno y la mejora en la capacidad de ahorro de los colombianos.
La gestión de los recursos del Estado sigue salpicada por los escándalos de corrupción del 2017: Odebrecht, el llamado cartel de la toga, el cartel de la hemofilia y la feria de contratos del Sena son algunos ejemplos de ello. Nos hay políticas públicas estables, ni compromiso con los sectores productivos. Santos declaró insubsistente al director de Colciencias, su octavo director en menos de 8 años. La locomotora de la innovación no arrancó.
Los reyes magos tampoco trajeron buenas nuevas en materia de seguridad. Arrancamos con la advertencia del gobierno de Estados Unidos de no visitar cuatro departamentos de Colombia y de reconsiderar la visita a otros catorce; lo que repercutirá en contra de la industria del turismo, una de las pocas que venía mostrando signos de recuperación. Esta noticia pone en evidencia que muy a pesar del acuerdo Farc-Santos, estamos lejos de que se nos considere un territorio seguro.
La estrategia del Gobierno ha sido conducir todos sus esfuerzos a la implementación del acuerdo y forzar las negociaciones con el ELN. Sin embargo, hay pocos avances en la implementación; los propios partidarios del Gobierno señalan incumplimientos serios de las Farc, y los terroristas a su vez, se justifican en los incumplimientos del Gobierno. Las disidencias operan ya como una poderosa estructura criminal aliada con nuevas bandas criminales que emergen sin control sobre todo el territorio: la extorsión está desbordada y el secuestro está regresando. El proceso de negociación con el ELN está enmarcado por la repetición de los mismos errores cometidos con las Farc. Cuatro atentados terroristas tras el levantamiento del cese al fuego son la señal de que aquello tampoco va bien. Creció eso sí, la incredulidad frente al Gobierno. El daño institucional causado por Santos es enorme; la ciudadanía no confía en él y esto ha debilitado la confianza es todas las instituciones públicas.
Este panorama explica porque la inversión extranjera ve en Colombia un escenario adverso. No somos atractivos para la inversión extranjera, y tampoco existen razones para que nuestra clase empresarial apueste y asuma riesgos. Como lo muestran todas las encuestas, el pesimismo ha invadido nuestra sociedad. Todo ello es producto de la mala gestión del actual Gobierno y no de una extraña enfermedad mental que nos ataca a los ciudadanos, como nos quiere hacer ver el presidente Santos. La buena noticia es que este mal gobierno está por terminar, esa es razón suficiente para que recobremos el ánimo, elijamos bien y retémonos el rumbo. Colombia puede y debe aspirar a más.