Desde hace ya varias décadas se discuten en Colombia las razones que explicarían el inmenso atraso que padece nuestra infraestructura vial, sin que se tomen acciones eficaces para remediar sus efectos nocivos, sociales y económicos. Cada año se rompen las marcas de duración de las obras viales, de desgreño de las firmas contratistas y de la inoperancia de las interventorías, que siempre redundan en carreteras que no satisfacen los índices de calidad requeridos, ni las condiciones de seguridad exigidas, alentadas por la seguridad de que no se aplicarán las sanciones y penalidades contractuales, ni se harán efectivas las pólizas de cumplimiento. Por el contrario, las firmas más incumplidas se asocian para ganar nuevas licitaciones en un carrusel de contratación que no tiene quien lo ronde.
Los ejemplos abundan, pero los tres más recientes provocan legítima indignación. El túnel de la Línea ha tardado décadas sin que hoy pueda avizorarse su terminación; las Rutas del Sol inconclusas, y por cuyos incumplimientos Odebrecht propone comprar impunidad para todos los delitos que rodearon su contratación y su pobre ejecución; El puente atirantado de Chirajará se desplomó antes de su terminación; y ahora el puente atirantado de Hisgaura muestra su nivel asfáltico igual a un acordeón, que en nada preocupa a Sacyr su constructor o a Eta, interventor de la obra maltrecha. Los tres proyectos tienen en común la importancia que revisten para las comunicaciones entre las diferentes regiones de Colombia y su desarrollo económico, para la competitividad de la producción nacional, y se asemejan en los abultados y desproporcionados costos. Y todo en medio de la más aterradora impunidad.
En el túnel de la Línea se conocen más las fallas de la obra inconclusa y los interminables pleitos pendientes que la probable fecha de su terminación. Del puente de Chirajará, con su estratégica importancia para el desarrolla de la Orinoquia, no se sabe nada. Y del puente de Hisgaura solo se conocen las absurdas afirmaciones de contratista e interventor. Para Sacyr “la seguridad y la estabilidad del puente están absolutamente garantizados…y a su finalización demuestran que la estructura es totalmente fiable”, Y Eta, se contenta con decir que “el informe tiene un enfoque alarmista”.
El puente de Hisgaura, que es indispensable para conectar la troncal Bogotá-Bucaramanga-Santa Marta con la troncal Bogotá Cúcuta, es obra esperada largamente por los santandereanos y en especial por los habitantes de la Provincia de García Rovira que merecen reparación por los olvidos del Estado y satisfacción a sus necesidades de desarrollo y bienestar. Se siente la indignación del Gran Santander que no toleraría el fracaso de la obra y que amerita el mayor interés del gobierno nacional. Ojalá éste así lo entienda.