Optimismo y pesimismo | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Octubre de 2018

Ver el vaso de agua medio lleno, o medio vacío está en el inicio de cualquier conocimiento. Es un presupuesto anterior a la razón. Está inscrito en los genes. Según recientes estudios del ADN humano. Y que aún no dilucida el algoritmo de la inteligencia artificial.

La palabra “optimista” la inventó Voltaire en su divertida sátira, Cándido o el Optimista. Escrita para ridiculizar al filósofo Leibnitz quien afirmaba que el mundo, la vida humana, era la mejor de las posibilidades. Voltaire, entonces, creó a un personaje al que le suceden todos los males que se le ocurrieron a su fértil imaginación y acido humor para ridiculizar esa tesis.

Pero la paradoja es que Voltaire pertenecía a la no menos ingenua secta de la llamada “Ilustración”, pensaba que la simple educación superaría el problema del mal en el mundo. Tesis que llevaría al terror, a la guillotina en nombre de la libertad pocos años después. Desde luego hay ahora bienintencionados que continúan con esa ingenuidad, que no logra explicar por qué las tres cuartas partes de los científicos del mundo contribuyen a mejorar armas de destrucción, cuando con las que hay bastan para destruir a todo el planeta ¿Será que les faltó ilustración?

Por cierto, el gran Voltaire se lucró con tráfico de armas. Y la divinidad que no carece de humor permitió que un descendiente suyo fuese un famoso sacerdote jesuita llamado Teilhard de Chardin.

El gran aporte de Voltaire es que así sea en broma, fue el único de los escritores de la ilustración de entonces (y de ahora) que ha abordado el problema central del mal. Los demás lo ignoran olímpicamente, y creen que si lo ignoran lo resuelven, tal es la paradoja de esos ilustrados.

Las religiones más antiguas lo abordan. Un poeta persa emproblemado se topa con un ídolo en el templo y le dice “Encárnate de una vez a ver cómo te va”.

En otra tradición un alma se presenta ante la divinidad y le reprocha por no hacer nada para aliviar al mundo. Esta le contesta: “Sí lo hice, te envié a ti”.

Existe la imagen bíblica del valle de lágrimas o bien “este es el día que ha hecho el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él” en el antiguo testamento. Pero la obligación expresa del nuevo es: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: Alégrense”. No da explicaciones, ni apela a la razón, sabe que es distinta a ella. Es decir que la precede. Sus teólogos afirman que todo tiene sombra, excepto Cristo.

Hay sectas pesimistas. Consideran que el mundo fue hecho por un demiurgo defectuoso o maligno. Los Cátaros pensaban que todo lo corporal era obra del maligno, en consecuencia alentaban el suicidio, desanimaban la reproducción, desconfiaban de los espejos qué, como la copula, multiplica los cuerpos. Algunos ven en esa tradición los antecedentes esotéricos del nazismo. Siempre habrá quien acuse al sol por asesinar la noche con el único fin de repetir el día.