El gobierno de Maduro está sentado sobre las bayonetas, lo que resulta incómodo como se lo hacía notar Talleyrand a Napoleón. Y no siempre fue así. Al inicio del “Socialismo del siglo XXI”, Chávez logró disminuir la gran brecha entre ricos y pobres. Pero no superó la tenaz dependencia del petróleo. Su intento de aumentar la productividad industrial y agrícola no cuajó. Sin esa base material, la mejora en el índice de Gini de concentración de la riqueza resultó fugaz. Al punto que el creador del concepto del proyecto llamado “Socialismo del siglo XXI”, el asesor de Chávez, el alemán Heinz Dietrich, predijo el colapso del modelo. Como buen germano, datos en mano, mostró como la inflación se había tragado las mejoras para la mayoría de la población.
Quedaban en la inopia los pensionados de las clases medias. Y los ingresos de los trabajadores habían caído dramáticamente en términos reales respecto a otros países como Perú y Colombia. El régimen no hizo caso al diagnóstico, trató de traidor a quien cuestionara la sabiduría oficial de intentar sustituir la ley de la oferta y la demanda, por la acción de la policía. Con una anquilosada mentalidad forjada por la renta del petróleo no entienden que no puedan aprovisionarse. La diferencia entre riqueza y mera liquidez no la captan bien.
En el colapso de la URSS, cuando el PIB descendió a menos 40% en el quinquenio final, intentaron que la KGB fungiera de comercializadora. La URSS cayó sin que mediara un solo tiro. Para utilizar una frase preferida de Lenin “los hechos son tozudos.” El socialismo se puede dar, quizás, en los países nórdicos, no sin alta tecnología y gran desarrollo de los medios de producción.
La falla estructural de Venezuela es su incapacidad productiva, lo demás es propaganda. Y esto incluye a la mediocre oposición de ex Adecos y Copéis aferrados a su fallido pasado, su falta de imaginación es contagiosa. Fatalmente ese gobierno tiene la oposición que se merece.
Durante el auge chavista con el petróleo a buen precio, importaban cinco mil millones anuales de Colombia, ahora es menos de la mitad. Y suelen demorar los pagos lo cual afecta el crédito con los vecinos, incluso con los más amistosos a su modelo. Y como les ocurre a los borrachos, culpan de su descredito a los tenderos que ya no les fían. A eso lo llaman complot internacional.
Así por ejemplo el gas que compran a Colombia deben ahora pagarlo por adelantado. Y no siempre fue así.