¿Qué puede ser mejor para el Ejército de Liberación Nacional que el triunfo de Gustavo Petro en la contienda presidencial colombiana? Y ¿qué puede ser mejor para Petro que el actual fortalecimiento del Eln?
Es claro que Petro y el Eln tiene una relación simbiótica, donde ambos participantes se favorecen mutuamente. El retiro del Eln de la mesa de negociación con el gobierno de Juan Manuel Santos, en Ecuador, y su probado fortalecimiento, desestabilizan aún más un gobierno que escasamente cuenta con un 14 por ciento de aprobación ciudadana.
Esto es totalmente conveniente para la candidatura de Petro, que se alimenta del descontento, desgraciadamente en muchos casos merecido, de una población desencantada con una parte de la clase política a la que considera corrupta e incapaz de solucionar los problemas del país.
La protección que el Eln recibe del gobierno de Maduro, en Venezuela, su lugar de entrenamiento, reabastecimiento y escondite seguro, lo hace mensajero y promotor del régimen comunista que ha destruido al vecino país y que hoy Petro pretende imponer en Colombia.
El aliado natural del combo formado por Maduro, Eln y Petro, son las Farc desde su nueva posición de partido político legalizado por los acuerdos de La Habana; con sus millones escondidos y dispuesto para financiar el éxito del candidato que le abra las puertas al comunismo.
Es claro que la democracia colombiana enfrenta la tormenta perfecta: partidos divididos e incapaces de sacudirse el estigma de corrupción que igualmente afecta a las instituciones, inclusive, vergonzosamente al sistema judicial; un gobierno sin aire, ni programas; un presidente desprestigiado, una economía débil calificada internacionalmente como riesgosa y, lo peor, Petro, un candidato populista, cargado de rencor y hambriento de poder, apoyado por Cuba, Maduro, toda la experiencia del Foro de Sao Pablo y los millones de las Farc y del Eln obtenidos del narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro y la debilidad del gobierno.
La consigna del Foro comunista de Sao Pablo, al que pertenecen todos estos actores: Eln, Petro, Farc y Maduro, para derrotar las democracias e implantar un régimen totalitario, es acceder al poder por el voto popular, fingiendo ser demócratas.
Primero, fomentar la desconfianza entre los partidos tradicionales (“divide y reinaras”) aprovechando sus fallas, fatiga e ineptitud. Luego, crear el caos: huelgas manipuladas, basuras amontonadas, asonadas, transporte bloqueado, destrucción de infraestructura, vehículos quemados, saqueos bien coordinados.
Así logran conquistar a un pueblo azorado y obtener el triunfo en las urnas. A continuación, antes de que el pueblo reaccione, el candidato triunfante sustituye a su antojo la Constitución y, sin demora, implementa un régimen totalitario. Tal y como sucedió en Venezuela.
Pero en Colombia aún estamos a tiempo. En casi todos los partidos hay candidatos honestos, trabajadores, que rechazan y condenan la corrupción. Mujeres y hombres que enfrentan valerosamente el poder económico de las Farc y el Eln y el discurso torcido y populista de Gustavo Petro.
No seremos otra Cuba u otra Venezuela. Aquí no gobernará un compinche de Maduro, ni de los Castro. Aquí no seremos esclavos de las desastrosas teorías comunistas. Nuestro voto es poderoso. Elijamos bien. Defendamos nuestra libertad, nuestras propiedades, nuestras tradiciones, nuestro derecho a hacer y decir lo que queramos, nuestra Democracia. El comunismo, o cómo se quiera llamar engañosamente, en Colombia ¡no pasará! y lo vamos a probar en las urnas.