Es demasiado pronto para comentar sobre el nuevo gobierno colombiano. Sabremos quién es en verdad el presidente electo y cuál es su temple cuando se presente la próxima crisis. Crisis que se prevé será severa, tanto en lo económico como en lo político y lo social. Se percibe en el ambiente.
Con las medidas económicas de Estados Unidos de aumentar las tasas de interés, y el fortalecimiento del dólar, disminuirá la inversión extranjera en los demás países. Eso generará descontento entre los pueblos aliados de Washington, y se sentirá en Colombia. A la corta el patrón dólar no tiene sustituto, a la larga se perfila un declive de la influencia política norteamericana en los asuntos regionales. Ya Brasil, Perú y Chile le están apostando a China en el gran marco del comercio internacional. Están mirando más hacia el oriente que hacia el norte.
Pasando a otro tema. No es demasiado pronto para sopesar por ejemplo la alcaldía del señor Peñalosa en Bogotá. Su gestión polarizó a la capital del país hacia la oposición. Al punto que hundió la candidatura presidencial de Vargas Lleras. Y luego el voto popular expresó en segunda vuelta, de nuevo, su descontento apoyando otra vez masivamente a la oposición. Peñalosa contra toda expectativa ha sido una sorprendente nulidad. Y por eso sus intentos de comparase con la alcaldía de Fajardo en Medellín pertenecen al género de lo cómico. Alega en declaraciones para El Nuevo Siglo, que las obras, notables por lo demás, en Medellín ¡son una copia de las ideas de él! Vale decir, pretende alegar derechos de propiedad intelectual de aquello que él, ostensiblemente, no hizo. Así encara la enormidad de su patente y lamentable fracaso, atacando o defendiéndose de otra administración eficaz y pulcra.
Logró retardar una vez más la construcción del Metro de Bogotá que ya estaba subvencionada nacional e internacionalmente cuando él se posesionó o bueno, al menos cuando se sentó en la silla.
Lo comprobable para la historia es que la capital de Colombia completa un retraso de más de un cuarto de siglo en la construcción del metro, respecto a la segunda ciudad que la construyó contra viento y marea. Peñalosa lo que hizo fue acelerar la demora…, como dicen con picardía algunos burócratas.
Para azuzar el descontento o inadvertidamente ambientar las protestas sociales que se esperan, la administración capitalina ha disminuido el servicio del transporte masivo del obsoleto Transmilenio. Entre Bosa y Suba convirtieron tres tandas de buses en uno solo. Así mismo los llamados alimentadores que llevan los vecinos al bus principal han disminuido. Esto supone la pérdida de una hora diaria para los trabajadores, de ida y vuelta al trabajo. Para quien cree que Bogotá comienza en la calle 72 del norte, esto carece de importancia. Quizá estarán de acuerdo que el alcalde trate al sur como tierra incógnita. Pero el sentimiento de repudio lo muestra la gente votando por ahora pacíficamente. Por ahora.