Santos prometió la paz que no llegará y para financiar todas sus exageradas concesiones a los terroristas, y sobre todo a la clase política que lo acompañó en ese discurso, exprimirá la clase media colombiana con la regresiva reforma tributaria aprobada por sus mayorías congresionales. La necesidad de recursos es cada vez más grande porque los terroristas necesitan de todo: hemos conocido que para comer requieren más de 87 mil pesos diarios cada uno. Además sus aliados politiqueros ya sienten cerca sus costosas campañas y necesitan llenar las arcas. El desprestigio del Gobierno que han acompañado anuncia desde ya un incremento en los gastos.
Se inicia el 2017 con el ánimo cansado de un país que se siente por el rumbo equivocado. Empiezan festejando los terroristas acompañados en la fiesta por quienes tienen en sus manos el deber de vigilar el bien comportamiento y el cumplimiento de los acuerdos. Un mal inicio.
Aquello crea muchas dudas sobre lo que será el desarrollo de las zonas de concentración. Desde el Centro Democrático insistimos en aquellos debates sobre las condiciones que se debieron pactar para evitar tantos abusos -como los denunciados por el Gobernador de Antioquia valientemente. Cómo va la cosa, estamos ante inminentes "caguancitos".
La promesa de la entrega de armas es poco significativa cuando ya hablamos de disidencias que conservarán el negocio del narcotráfico y la minería ilegal, y con ellos el dinero para seguir comprando armas y financiar ejércitos ilegales. Se calculan ya 40 mil hectáreas en manos de unos 1.500 guerrilleros que prefieren los negocios.
Malo es también el inicio para la clase media colombiana. Un alza salarial por debajo de la oferta que hicieran los empleadores y una reforma tributaria que se llevará mucho más que eso. La cascada de impuestos no ilusiona sino a la Unidad Nacional, que bajo el falso discurso de las obras para la gente, ya habla de los repartos de clientelismo y contratistas. Este año del Gobierno Santos será como los anteriores: nada para los colombianos.
El Banco de la República reportó que para el tercer trimestre de 2016, el Meta, Casanare (que representan el 70% del mercado nacional), Amazonas, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada tuvieron el descenso más pronunciado en la producción petrolera en los últimos cinco años. La baja explotación de nuevos pozos lo explicaría.
Aquello impactará aún más las enflaquecidas finanzas públicas, que buscarán seguirse financiado con deuda y con más impuestos; en desmedro del futuro de los colombianos.
La política de Santos es la política del discurso, pero no de la acción pública. Grandes promesas que ilusionan y que sin embargo no se concretan en nada. Ojalá la política retome su rumbo: el servicio público, la discusión sobre las soluciones a nuestros problemas, y la implementación de esas soluciones.
La política colombiana debe dejar de lado la vanidad que ha caracterizado a este Gobierno y reemplazarla con el diálogo y la compresión de las realidades que viven los diversos sectores. Vasos comunicantes entre los técnicos que manejan las entidades desde Bogotá y la representación política que ya no representa a nadie. Técnicos al servicio de la ciudadanía y políticos que realmente la representen.