“Duque tiene conciencia de la unidad que necesita el país”
Los debates televisivos entre los candidatos presidenciales no despertaron entusiasmo ni produjeron impacto entre los electores. El interés que suscitaron fue inversamente proporcional al crecido número de encuentros realizados. Sus formatos fueron diseñados para expresar lo políticamente correcto y sus tiempos calculados para reducir tesis y programas a un ejercicio de generalización y vacuidad. No debe extrañar entonces que el tedio no cautivara la atención de los ciudadanos, ni permitiera el conocimiento de las personalidades de los candidatos.
La controversia se escenificó en los medios radiales y en la plaza pública, moviendo así criterios, tesis, sentimientos, temores y pasiones que serán los factores determinantes del voto de los colombianos. Esas formulaciones y esas emociones animan hoy el debate y permean los resultados de las encuestas que se han conocido. Aciertan y se equivocan porque son fotografías de momentos que pueden desvanecerse o confirmarse, y cuando esto último ocurre, señalan tendencias que permiten avizorar los resultados. Por ello, frente a ellas no caben términos medios: o se denuncian por falsas o se celebran por ciertas. Las actitudes de los candidatos generalmente delatan las percepciones que tienen de su propio desempeño y situación.
Las cifras que arrojan los resultados de las distintas encuestas realizadas por las diferentes empresas encuestadores coinciden en que denotan la polarización que subyace a lo largo del debate. Hoy, la confrontación radica en la naturaleza del modelo de estado y sociedad que se quiere. O un régimen democrático de libertades, orden y emprendimiento o la estatización de la sociedad para alcanzar la utopía de una sociedad supuestamente igualitaria en la conjunción de las clases sociales en el más bajo denominador común posible. El salto hacia arriba que preconizan Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, o el salto hacia abajo de Chávez, los Castro y Ortega que pregonan Petro y los más destacados dirigentes de la izquierda, desde De la Calle hasta Timochenko. El resultado es el sacrificio del centro encarnado por un Fajardo, indeciso e impreciso, o supuestamente por Vargas Lleras disminuido por la pesada carga del continuismo.
Iván Duque encarna la promesa de una nueva generación, con preparación y visión de futuro, sin cuestionamientos a cuestas, sin heridas recibidas o inferidas que dificulten la reconciliación y con una clara conciencia de la unidad que requiere construir un país con vocación de liderazgo en la consecución del desarrollo y progreso en democracia y libertades. Es el cambio que se anuncia para dejar atrás estelas de violencia y corrupción que tanto daño le han hecho a Colombia. Y para ello contará con Marta Lucia Ramírez, de lejos la más preparada, competente y confiable coequipera. Así la conocen y la quieren los colombianos.