RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Septiembre de 2011

En todo caso, mucha pobreza


“No se ven esfuerzos audaces para repartir con más justicia”


CUALQUIER  sacerdote, pero especialmente los que hacen su misión en barrios y pueblos pobres, saben cuántos son los pobres que hay en Colombia. Prácticamente todos los días tocan a las puertas de sus casas hombres y mujeres pidiendo un auxilio para comer, para pagar el arriendo, para comprar una medicina. Los sacerdotes no somos expertos en economía ni en planeación del desarrollo, ni tampoco en sofisticadas teorías monetarias. Somos expertos en la realidad de la gente, en lo que le sucede cada día, en lo que le duele y hace sufrir. Y en Colombia la pobreza es una de las causas más sentidas del desencanto de la vida de millones de personas. No importa quién lo afirme o quién lo niegue. El asunto es así y punto.


Por eso es bueno que se de con frecuencia la discusión sobre el tema de la pobreza. Es una forma de que no se le olvide a nadie lo mucho que hay todavía por hacer en este campo del desarrollo de la nación. Sirven los datos simples y llanos que dio recientemente el Vicepresidente, como sirven también los datos de instituciones serias como Planeación Nacional. Sirven los apuntes de la Pastoral Social, sirven las observaciones de la ONU. Sirve, en fin, todo lo que signifique preocupación por un tema, o mejor, una realidad que sigue siendo aplastante para demasiados compatriotas. Lo peor sería que no se pudiera hablar del asunto.


De todo lo que se dice y ve hoy día hay algo que choca duramente al espíritu. Se trata del cuidado especialísimo que se le tiene al capital, pero no de igual manera a que el mismo se distribuya mucho mejor entre la gente toda. No se ven esfuerzos audaces para repartir con más justicia, con menos miedo a los ricos, con más preocupación por el pueblo en general. Se repiten a diario unas frases tales como la economía va bien, Colombia ya está en las ligas medias, estamos blindados ante la crisis, todo lo cual puede producir el efecto contrario de bajar las ganas de luchar más duro contra tanta pobreza.


Que nadie se haga ilusiones falsas sobre la situación de la gran mayoría de nuestra gente. Sigue habiendo hambre y exceso de limitaciones para vivir holgadamente. En algo hemos mejorado, pero falta todavía mucho, mucho. Que nadie se asuste porque se discute sobre la pobreza. Que se asusten cuando no se pueda hablar del tema porque las piedras hablarán, reza el evangelio, ni más ni menos.