Crímenes contra la humanidad
EL ataque de Al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York dejó una huella imborrable en el alma de los Estados Unidos. Este acto y el secuestro y muerte de los atletas judíos durante los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, la explosión del vuelo 103 de Panam en Lockerbie en 1988, la bomba en el avión de Avianca en 1989, el ataque al Amia Jewish Center en Buenos Aires en 1994, el gas sarín en el metro de Tokio en 1995, la destrucción de la iglesia de Bojayá en 2002, la bomba al Club El Nogal en Bogotá en 2003, las explosiones de trenes en la estación de Atocha en 2004, las bombas en el Underground en Londres en 2005, las explosiones en 2005 en el centro vacacional egipcio de Sharm al-Sheikh y el asesinato a sangre fría de los 11 diputados del Valle en 2007, entre otros, son actos terroristas que constituyen crímenes contra la humanidad.
Aunque los crímenes contra la humanidad aparecieron por primera vez en el Estatuto de Nuremberg, fue solamente con la creación de los Tribunales Penales de Naciones Unidas para la Antigua Yugoslavia y Ruanda en 1993 y 1994, que empezaron a ser considerados ley existente y fueron incorporados en los respectivos Estatutos. Posteriormente el Estatuto de Roma, que entró en vigor en 2002, los definió, con base en la jurisprudencia ya establecida de los Tribunales Penales, como el ataque generalizado y sistemático contra la población civil, que sus autores realizan con intencionalidad y conocimiento, con el propósito de promover una política de un Estado o de una organización, aunque no se trate de un ataque militar.
Los crímenes de lesa humanidad que se han inventado en Colombia jueces y fiscales para evitar prescripciones producto de su propia incompetencia, no tienen nada que ver con esta definición.
Hamas, el grupo terrorista islámico que impulsa la creación del Estado Palestino, ha sido considerado terrorista por los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia, entre otros. Seguramente la Asamblea General de Naciones Unidas “reconocerá” a Palestina, liderada por Hamas, como Estado independiente. Sin hacer juicio de valor sobre la existencia de un Estado palestino, repugna la idea de un gobierno de Hamas en un país civilizado.
Respecto de las Farc con la cual, aparentemente, se viene por enésima vez una negociación de paz, vale lo mismo: repugna la idea de sentarse a manteles con quienes han cometido crímenes que son imprescriptibles y no pueden amnistiarse. Y, por supuesto, si el Estado no los sanciona (manes de la Corte Suprema), pueden oírse los pasos grandes de la Corte Penal Internacional, cuya jurisdicción plena se aplica ahora a Colombia.
Coda. ¿Por qué, a estas alturas de la vida, se obliga a los canales privados de televisión a pasar los noticieros del Congreso y los programas de los partidos políticos que no son sino pura propaganda barata? ¿Para qué están los canales públicos?