Cuando los candidatos Petro y Fajardo nos pretenden vender la imagen de una Colombia enojada, seis universidades (Eafit, Nacional, Los Andes, Valle, Norte e Industrial de Santander) convocaron a más de doce mil personas en un ejercicio virtual con acompañamiento y método. El resultado demuestra que los colombianos no están rabiosos, pero si están tristes porque la corrupción, que parece estar en el ADN de todos, se extiende a todas las actividades públicas y privadas… Y, si bien se desconfía de los políticos, se cree en el poder de la política para trasformar el país.
Una primera lectura del importante documento universitario nos dice que el pueblo colombiano es más realista que sus dirigentes: confía en el Poder de la Conversación como vía para cambiar la Educación e impulsar la toma de conciencia ciudadana en la necesidad de la participación política. Es decir, opta por una democracia de ciudadanos en lugar de una democracia de electores. Los colombianos creen y defienden la Constitución como garantía de futuro.
Hay en esa apreciación un rechazo a las ambiciones caudillistas que ofrecen gobernar con Órdenes Ejecutivas. Somos y seremos un país de leyes.
El documento Tenemos que hablar Colombia, surge de 1453 conversaciones en mes y medio de sesiones. Incorporó 62 iniciativas de diálogo que se dieron en la Conversación Nacional, durante el paro del año pasado.
Esto se sintetiza en seis mandatos ciudadanos:
1) Hacer un nuevo pacto por la educación
2) Cambiar la política y luchar contra la corrupción
3) Trasformar la sociedad y la diversidad cultural
4) Cuidar la biodiversidad y la diversidad cultural
5) Construir confianza en lo publico
6) Proteger la paz y la Constitución: un horizonte compartido.
Por otra parte, contra el lugar común sobre que Colombia es el país más desigual de América Latina, el exministro Segovia Salas dio a conocer, hace pocos días, en Portafolio que, según el Banco de Datos de la Desigualdad Mundial, “Colombia es un país de desigualdad media a media baja” y de mayor trasparencia acerca de riqueza e ingresos en el mundo”. La afirmación está sustentada en estadísticas confiables.
En una sociedad compleja como la contemporánea esos datos de avance social indican que la Colombia democrática necesita un liderazgo informado, convincente y resuelto. Un liderazgo distinto y moderno que enfrente el monologó del resentimiento de los oradores del totalitarismo.
Ese es el espacio que debe llenar la dupla Fico-Lara. “La candidatura de la gente”, obliga a hablar con la gente y a elaborar y presentarle al pueblo objetivos nacionales que movilicen el alma popular y la lancen a la batalla de las urnas.
Petro es un adversario formidable. A partir de sus derrotas anteriores diseñó una estrategia que cumple al pie de la letra.
Por algo sigue encabezando el pelotón.
El escenario mental de Sergio Fajardo es contrario a la realidad política. Así se lo notificaron las elecciones para el Congreso y las consultas. En todo caso, lo necesitamos en las toldas de la lucha democrática. Es más inteligente aceptar la realidad que desconocerla, decía Bobbio.
El reto que afrontamos es de dimensiones históricas. Hay que tener presente que el liderazgo democrático es para servir al pueblo mientras el liderazgo totalitario es para subyugar al pueblo. Por lo mismo, Fico ofrece construir o reconstruir, no destruir la sociedad por el obsesivo afán de dominarla. Este arriero de la democracia avanza en su camino.