Pese a no tener candidato en estas elecciones presidenciales, de no participar en las consultas, de que el presidente Álvaro Uribe no encabezara la lista al Senado y a pesar del desprestigio del gobierno Duque, aquí estamos. Obtuvimos casi dos millones de votos. Tanto hablan de nosotros, tanto aseguran que hemos muerto, que nos queda claro que estamos muy vivos.
He oído decir que el uribismo murió, varias veces: cuando Santos se volteó, cuando se lanzó a la reelección, cuando las encuestas mostraban al Sí ganador en el plebiscito, cuando Uribe renunció al Senado, cuando no estuvo en la lista... La verdad es que no muere ni morirá, porque el Uribismo es una forma de entender el país, de quererlo.
¿Qué le pasó al uribismo? Es difícil saberlo y es, muy simple, una vez suceden las cosas, explicarlas.
Un gobierno que pese a las difíciles circunstancias logró muchas cosas también fue muy indiferente con su partido, no solo en la participación en el gobierno -del que poco tuvimos que ver- sino en el abandono de ideas que eran centrales para nuestro discurso.
Tal vez el mayor daño vino de la necesidad del gobierno de conformar una coalición. Aquello terminó juntando al CD (Centro Democrático) con todos los demás partidos, que poco antes habían estado en el santismo, combatiéndonos. Nos dejó sin argumentos contra ellos y nos metió en el paquete de los partidos tradicionales.
La salida del presidente Uribe del Congreso, la persecución en su contra, su ausencia en nuestra lista habría podido ser lo más grave e irreparable; y sin embargo, el partido honró su legado y avanzó con todas esas dificultades.
Otro duro golpe fue que dejaron al Centro Democrático por fuera de la consulta para elegir candidato presidencial. Aquello lesionó nuestras listas al Congreso. Nos dejaron por fuera, no porque consideraban -como ahora lo dicen- que somos un negativo en la ecuación política. sino por todo lo contrario. Tenían la impresión de que si iba un candidato del CD éste resultaría vencedor. Argumentan algunos que el país estaba cansado del uribismo y, sin embargo, todos temían a la victoria de nuestra bases.
Nuestro candidato, Oscar Iván Zuluaga, noble y grande como es, ante los reiterados maltratos externos e internos, y la victoria de Fico Gutiérrez en la consulta del Equipo por Colombina, declinó su candidatura y lo apoyó.
Fico siempre fue el candidato de los sectores gobiernistas dentro de nuestro partido, aun por encima de Zuluaga, y por eso le hicieron una guerra interna. Primero para derrotar a los otros precandidatos y luego para prescindir de Zuluaga e imponer al que les gustaba, aunque no fuera del partido. A esto hay que sumarle que las falsas denuncias de un presunto fraude dentro del mecanismo de selección del candidato fueron desgastantes e hicieron mucho daño.
La campaña de Fico empezó bien, su base fundamental era el uribismo, pero por conveniencia -según dijeron- lo desconocieron. Mi impresión es que muchos uribistas, ante la actitud vergonzante, decidieron unirse a otras causas políticas donde encontraban mejor recibo.
En aquella campaña daba vergüenza el uribismo, pero no la maquinaria. Me recuerda mucho la derrota de Germán Vargas. La ciudadanía está cansada de la politiquería.
Y los ataques no paran, ni pararán. Somos una fuerza política de opinión, con ideas, más vivas que muchos otros partidos. No tenemos candidato, pero votaremos contra Petro, porque eso indican nuestras convicciones. No nos dejemos mover.